La revista del instituto publicó también este relato. Muchas gracias a Katherin por compartirlo con todos nosotros.
Los personajes de esta historia son dos hermanos que tienen que trabajar para poder sobrevivir. Empezamos por el hermano mayor, que se llama Pedro. Es un niño de unos diez años y de un metro y cuarenta centímetros, más o menos, como cualquier niño de su edad. El cabello lo tiene melenudo y un hermoso rostro fino.Viste con una camisa rasgada, un chándal amarillo de unas tres tallas superior a la suya y unas chanclas que eran de su padre, ya que tuvo que dejárselas porque su hijo no tenía qué ponerse. Ricardo es el pequeño de la familia con cinco años. Al contrario que Pedro, lleva puestas unas zapatillas a su medida, ya que se las regaló una vecina, una camiseta blanca con un osito estampado, un pantalón pirata amarillo y una gorra azul. Ambos viven con su abuela, una señora mayor de unos setenta años, en una caravana blanca con bordes rojos. En el interior de su pequeño hogar hay dos camarotes, en uno duermen los hermanos y en el otro, la abuela. La historia empieza todas las mañanas cuando Ricardo y Pedro se levantan desde muy temprano para poder ganar el pan de cada día. Ricardo, el pequeño, se encarga de bailar en las plazas y recibir dinero y aplausos de las personas que por ahí pasan. Mientras que Ricardo baila, Pedro, el mayor, espera ansiosamente al semáforo en rojo para ofrecer sus servicios de limpiacoches. Al llegar el mediodía, ambos hermanos se reúnen en una cafetería. Se comunican entre ellos y se fijan en todo lo que han reunido. Se dan cuenta de que no es mucho, pero al menos llega para cenar una noche. Ricardo le dice a su hermano que tiene hambre. Juntos se van a casa y en el camino compran dos barras de pan y un bote de leche. Vuelven a su casa y saludan a su abuela. Ella tiene la casa limpia. Los tres se sientan a cenar. Pedro acaba el primero, ya que tiene que volver a la calle para poder lavar unos cuantos coches más. Mientras, Ricardo ayuda a la abuela a recoger la mesa. Al pasar las nueve de la tarde, Pedro regresa a la caravana y se reúne con las personas a las que más quiere. Recibe un gran beso y un fuerte abrazo de su hermanito y unas ``Buenas tardes, hijo´´, de su abuela. Cansados de un día más de jornada, se van a la cama a dormir. Recibe un beso en la frente de parte de su abuela y él accede y le da otro. Solo piensa en ``Ojalá mañana gane más que hoy´´.
Katherin Barboza
1 comentario:
Es una pena que haya tantos Pedros y Ricardos por el mundo...
Una triste y conmovedora historia.
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