Cuentan las viejas que en algún lugar remoto del mundo existe un bosque encantado. Ese bosque no es un bosque cualquiera ya que, según la leyenda, allí habitaba un mago. Aquel mago no era un mago malo, sino un mago que protegía el bosque y lo cuidaba. Enseñó a los animales del bosque a vivir en paz, a no atacarse unos a otros. Este mago hizo un gran bien al bosque, tenía un gran poder, era capaz de invocar al viento, al Sol, a la lluvia, huracanes, tornados… Nada era poco para el gran mago del bosque, no obstante todo su poder era nulo si la ira le atacaba. La debilidad de aquel mago era la vulnerabilidad hacia la ira, ira que tan solo podían sentir los humanos.
El mago había elegido un lugar solitario como lo es el bosque para poder protegerse de la ira humana y, por supuesto, para poder disfrutar de la generosidad de la naturaleza.
Un buen día, en aquel bosque, todas las criaturas disfrutaban del día soleado que les había preparado el mago, cuando una oleada de campesinos envidiosos de los poderes del mago se acercaron gritando “¡muerte al mago!”. El mago sentía la ira de los campesinos, la envidia de que aquel bosque tuviera un tiempo apacible mientras que sus cosechas ardían bajo el sol, o se inundaban bajo la lluvia. Aquello al mago le debilitaba, le dolía. Sin saber muy bien qué hacer, corrió a las entrañas del bosque a refugiarse, allí donde habitaban los cuervos. Pero aquello no sirvió de mucho, los campesinos le rodearon, le amenazaban con sus rastrillos y sus mazas en llamas. El mago estaba al borde de la muerte, pero decidió ser parte del bosque, para poder protegerlo, y así lo hizo... Sus pies se hundieron en el suelo, mientras se iban transformando en madera poco a poco, notó cómo su cuerpo se endurecía hasta quedar transformado en un árbol. Así el mago protegió el bosque.
El mago había elegido un lugar solitario como lo es el bosque para poder protegerse de la ira humana y, por supuesto, para poder disfrutar de la generosidad de la naturaleza.
Un buen día, en aquel bosque, todas las criaturas disfrutaban del día soleado que les había preparado el mago, cuando una oleada de campesinos envidiosos de los poderes del mago se acercaron gritando “¡muerte al mago!”. El mago sentía la ira de los campesinos, la envidia de que aquel bosque tuviera un tiempo apacible mientras que sus cosechas ardían bajo el sol, o se inundaban bajo la lluvia. Aquello al mago le debilitaba, le dolía. Sin saber muy bien qué hacer, corrió a las entrañas del bosque a refugiarse, allí donde habitaban los cuervos. Pero aquello no sirvió de mucho, los campesinos le rodearon, le amenazaban con sus rastrillos y sus mazas en llamas. El mago estaba al borde de la muerte, pero decidió ser parte del bosque, para poder protegerlo, y así lo hizo... Sus pies se hundieron en el suelo, mientras se iban transformando en madera poco a poco, notó cómo su cuerpo se endurecía hasta quedar transformado en un árbol. Así el mago protegió el bosque.
El alma de aquel mago vaga ahora en forma de niebla por los bosques y su chaqueta quedó maldita, ya que cualquiera que se atreva a portarla acabará convertido en árbol por toda la eternidad.
Sara Tomé
Relato inspirado en el videoclip There, there, de Radiohead.
1 comentario:
La verdad es que los cuentos siguen teniendo ese aire de infancia tan especial que tenemos sellados en el alma... Enhorabuena.
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