El relato que podéis leer a continuación apareció publicado en el último número de la revista del instituto. Gracias a Luisa por acceder a que se publique también en nuestro blog.
Claudia es una niña de unos trece años de edad, que vive en las afueras de Aranjuez con su madre y su abuela materna, enferma por su avanzada edad.
Claudia, al salir del instituto, siempre sigue el mismo trayecto hasta su casa. Hace ya unos meses, ella ha observado que un hombre misterioso la vigila desde su coche azul. El señor sigue a la niña desde la salida del instituto hasta su casa.
Este hombre tiene aproximadamente cuarenta años, está mal vestido y tiene aspecto de poco aseo.
Un día, Claudia ya cansada de estar callada y no contárselo a nadie por miedo a que le pasase algo, decidió contárselo a sus tres mejores amigas. Las niñas decidieron que cuando el hombre se parase enfrente de la casa de Claudia, ellas le pararían, le harían bajar del coche y le preguntarían el porqué de su vigilancia a Claudia.
Y así lo hicieron, el hombre entre tanta pregunta no tuvo otra opción que contestar. Les dijo que se llamaba Óscar y les contó que fuesen a un camping que hay al otro lado de la ciudad, puesto que allí vivía junto con una compañera en una autocaravana antigua. También les dijo que solo allí podría contestar a las preguntas de la niña, ya que en el barrio de Claudia se hallaba en peligro. El hombre dijo esto y salió corriendo en el coche.
Al día siguiente, las niñas quedaron en el parque y se dispusieron a ir hasta el lugar que les dijo el señor misterioso. Una de las niñas, a la que apasionaban historias como ésta, iba sacando conclusiones en el camino. Entre otras cosas, apuntaba un parentesco entre el misterioso señor y su amiga.
Después de andar un tiempo, llegaron al lugar indicado. Allí estaba como muy bien había dicho el hombre, una vieja caravana de color amarillo ya desgastado por la exposición al sol. Se dirigieron hacia la puerta y llamaron. Cuando se abrió apareció una mujer también de la misma edad que el hombre y se asustó al ver a las niñas, éstas le preguntaron por Óscar y ella lo llamó. Acto seguido, el hombre salió a recibirlas. Les pidió que entraran dentro; y así lo hicieron, aunque con un poco de miedo.
Ya dentro, Óscar se acercó tembloroso a Claudia y con la cara llena de lágrimas dijo:
-Claudia, soy tu padre, y no estaba muerto como te contó tu madre. Me encerraron en la cárcel por un crimen que no cometí, pero tu madre no me creyó y por eso no me deja verte. No debes decir a tu madre que me has visto, o por lo menos aún no.
Claudia no lo dudó ni un segundo y abrazó a su padre muy fuerte. Ella también lloraba.
A partir de ese día, Claudia fue todas las tardes a visitar a su padre sin que lo supiera su madre.
Luisa Pérez
3 comentarios:
Muy bien, Luisa, un final lleno de sensibilidad, como tú.
Luisa esta super bien .... ahora tenemos a una futura escritora entre nosotros ...y nos vemos encima de un escenario....:)
ammm soy Míriam se me a olvidado poner el nombre ..
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