8 de febrero de 2009

Perpetuum mobile

Ya hacía tiempo que soñaba con aquel extraño hombre. Se encontraba en un sitio misterioso, algo así como un escondite del que él mismo no quería salir. Me llamó la atención un extraño utensilio que había encima de la mesa, se trataba de unas bolas que iban chocando las unas con las otras, como si fuese una especie de movimiento eterno…
También me sorprendió el libro que el individuo tenía en su poder, porque me parecía un libro de magia, tema que me intrigaba desde hacía ya un tiempo.
Además del libro y las bolas, en la sala había unas cuantas esferas unidas entre sí, que parecían simular el movimiento planetario.
El hombre parecía estar muy concentrado en algo, como si tuviera que cumplir un objetivo o demostrarle algo a alguien.
Al cabo de unos días, ya no soñaba con aquel lugar y dejé el sueño apartado en un cajón de mi memoria.
Un tiempo después, mi maestro me contó que unos buenos amigos suyos estaban intentando demostrar la existencia del movimiento eterno (perpetuum mobile). Entonces me acordé de aquellos artilugios de mi sueño y del señor que aparecía en él. Poco a poco, fuimos profundizando en el tema. Yo alegaba que tal cosa era imposible y mi maestro intentaba convencerme de lo contrario, aunque él sabía que yo era un niño muy inteligente y curioso, que pronto investigaría acerca del tema.
No quise perder más tiempo, esa misma noche reuní la información necesaria para iniciar el experimento. Tenía unos cuantos libros sobre la termodinámica, papel y los instrumentos necesarios para escribir y hacer mis cálculos.
Después de dos horas y media de intenso trabajo decidí subir al taller que tenía montado en la parte superior de la casa. Ahí intenté fabricar un objeto cuyo movimiento no se detuviera y fabricase su propia energía. Al cabo de unas tres horas de trabajo, me dormí y otra vez me encontré con el sueño que tantas veces visitaba mi mente en los meses anteriores.
Al principio del sueño todo era normal, hasta que aparecí yo en el lugar de los hechos, mirando por la ventana hacia dentro de la sala. A continuación, vi cómo todo lo que había ante mis ojos se desvanecía y dejaba de tener sentido, como un corazón que de repente deja de latir. Cuando desperté, tenía ante mí un objeto que posiblemente hubiera fabricado antes de dormirme, aunque no me acordaba de haberlo hecho. Su movimiento era continuo, pero ¿se pararía en algún momento? Eso todavía está por ver…

Leonardo da Vinci

Tomasz Dabrowski Versión inspirada en Perpetuum mobile

1 comentario:

el guardián dijo...

Un relato interesante y bien contado. In crescendo, Tomás...