En el Salón de Primavera de 2008 presenté un cuadro. Era por el estilo de muchos otros anteriores y fue bien acogido por la crítica. Arriba, a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba como esperando algo, quizás una llamada apagada y distante. La escena sugería, en mi opinión, una soledad ansiosa y absoluta.
Nadie se fijó en esta escena; pasaban la mirada por encima, como por algo secundario, probablemente decorativo. Con excepción de una sola persona, nadie pareció comprender que esa escena constituía algo esencial. Fue el día de la inauguración. Una muchacha desconocida estuvo mucho tiempo pendiente de mi cuadro, mirando fijamente la escena de la ventana y mientras lo hacía tuve la seguridad de que estaba aislada del mundo entero. La observé todo el tiempo con ansiedad. Después desapareció en la multitud, mientras yo vacilaba entre un miedo invencible y un angustioso deseo de llamarla. ¿Miedo de qué? Cuando desapareció, me sentí irritado, infeliz, pensando que podría no verla más.
Esa noche volví a casa nervioso, descontento, triste.
Hasta que se clausuró el salón, fui todos los días y me colocaba suficientemente cerca para reconocer a las personas que se detenían frente a mi cuadro. Pero no volvió a aparecer. Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella, en la posibilidad de volver a verla. Y, en cierto modo, sólo pinté para ella.
Una tarde, por fin, la vi por la calle.
No sabía si preguntarle sobre aquel cuadro que con tanta concentración observaba hacía muchos meses, o quizás preguntarle su nombre. Una serie de preguntas pasaban por mi cabeza, pero ninguna tenía respuesta, aquella era una mujer misteriosa, parecía como si todo le diese igual, como si pasase de las cosas que para ella no eran importantes. Me detuve a observarla con tanta curiosidad por saber lo que pasaba por aquella cabeza... Las piernas me temblaban como si nunca hubiese hablado con una mujer.
Al día siguiente decidí ir a verla. Entré en el hotel y me quedé en el hall sentado en una esquina y camuflado con un periódico. Pensé que me estaba transformando en un acosador, un maniático, pero merecía la pena sólo por volver a verla. A las ocho ya estaba cansado y, cuando ya decidía irme, apareció ella. Nuestras miradas se cruzaron y sentí que mi sangre hervía, me armé de valor y le lancé una sonrisa precedida de un tímido hola. La chica se enrojeció y me devolvió el saludo. La invité a tomar algo y accedió no muy segura.
Me fui y no hacía más que pensar en esas últimas palabras.
Cuando llegué a casa me acerqué al teléfono pensando en llamarla, pero en el último momento me arrepentí, cuando oí su voz colgué rápidamente. No sé qué me pasó, pero el estómago se me revolvió.
Ya se había hecho tarde y me acosté, pero no podía dormir, no hacía más que pensar en ella. Miré la hora, me levanté de la cama y me fui al teléfono.
Pensé en llamarla, pero una parte me decía que sí y otra, por pura cordura, que no, ya que eran altas horas de la madrugada. Pasé la noche en vela, no pude dormir, lo único que hacía era pensar en ella... Al amanecer, fui a ducharme y, una vez listo y preparado, cogí el teléfono y marqué su número. Me contestó y me quedé completamente congelado al oír su voz, pero me armé de valor y le dije:
Noté cómo el tono de su voz se elevó al decir:
Ya estaba allí, puntual. Ella tardó un rato y, después de coger aire, me pidió perdón por la tardanza. Parecía preocupada y realmente muy sofocada, su respiración y su pulso estaban muy acelerados. Quise saber qué le pasaba, pero no supe qué decir ni qué hacer.
La dirigí hacia la luz de una vieja farola, necesitaba que me contara lo que la pasaba, no podía verla en ese estado. La tomé de la mano para infundirle confianza y que hablara. Funcionó.
Se acercaba a toda prisa hacia nosotros. Ella me miraba, como esperando una reacción por mi parte.
No fui capaz de moverme ni tan solo un centímetro y sentí que cada vez me abrazaba más y más fuerte.
Entonces el hombre se nos acercó y ella comenzó a llorar y a gritarle:
- ¿Quién eres? ¿Por qué me sigues a todas partes?
El hombre tenía la cara llena de lágrimas, aun así me asustaba.
No sé de dónde saqué la valentía suficiente pero, a pesar de que el hombre me sacaba dos cuerpos, fui capaz de decirle:
- Será mejor que te vayas si no quieres tener problemas.
Me ignoró por completo. Se secó las lagrimas , miró a María y dijo con voz quebradiza:
- María, soy tu padre.
En ese momento creí estar en una telenovela. Seguramente acababa de enamorarme y ahora veía uno de los momentos más dramáticos posibles ante mis ojos.
Ella lloraba cada vez más y volvió a gritarle:
- ¡Tú no eres mi padre! ¡Él está muerto, de pequeña siempre iba a ver su tumba con mamá!
- Pero...
- Pero hija, eso no es cierto, tu madre te dijo que yo había muerto porque un día sin decir nada me fui de casa, porque...
- ¡Déjame en paz, te he dicho! No sé quién eres, ni quiero saberlo...
- Pero...
- Liam, vámonos.
Nos fuimos de aquel callejón y aquel hombre que decía ser su padre continuó llorando desconsolado.
Yo acompañé a María al hotel, pero allí se encontraba...
Allí se encontraba él.
Cuando le gritaba esas palabras parecía aterrada, como si estuviera en un sueño o, mejor, como si acabara de despertar de uno. Yo no sabía qué hacer porque, aunque no se notara, tenía un miedo horrible. Y aunque parezca mentira me ilusioné, porque este hecho podía unirme aún más a esta chica que tan intrigado me tenía desde la primera vez que la vi contemplando mi cuadro en aquella exposición, lo que me hizo sentir como un excremento. Mientras todas estas ideas se me pasaban por la cabeza, el hombre siguió hablando:
- Ya sé que ibas a ver mi tumba, pero es que te engañaron, a ti y a tu madre.
- ¡Eso no es posible! - respondió ella aún con más pánico y con más lágrimas cayéndole por la cara.
En ese momento los interrumpí con el fin de alcanzarle un kleenex del bolsillo para enjugarle las lágrimas y, al mismo tiempo, decirle que se tranquilizara. No sé qué se me pasó por la cabeza en aquel momento para decirle que se sosegara en una circunstancia como esa.
- ¿Cómo que nos engañaron? Mi madre estuvo en tu entierro y hasta hay fotos de aquel lúgubre día - prosiguió ella ya sin lágrimas, pero volviendo a caerle otras nuevas.
- No he venido aquí para asustarte ni menos para verte llorar. Todo lo que te he dicho tiene su explicación, la cual te daré si te tranquilizas...
Sentí cómo los brazos de María se relajaban en torno a mi cintura poco a poco.
- Entonces... ¿por qué nos dijeron que habías muerto? ¿A qué tumba se supone que íbamos a dejar flores?
- No sé quién os ha podido decir tal barbaridad ni por qué, lo único que sé es que corro peligro.
Por un momento pensé que podía ser yo el que corriera peligro al lado de ese desconocido.
- ¿Por qué corres peligro? ¿Qué secreto se esconde detrás de todo esto?
- Todo este tiempo en el que vosotras creíais que yo estaba muerto, realmente he estado en un lugar del que prefiero no acordarme...
Podía sentir la confusión y el cansancio que se dibujaban en la cara de María, así que me decidí a intervenir en la extraña conversación que ellos dos mantenían.
- Perdóneme, pero creo que éste no es el lugar ni el momento adecuados para hablar sobre este tema...
- Perdóname tú, Liam, porque sé perfectamente quién eres y cuál es tu familia también...
Me enfadé bastante, aquel era un tema del que no quería hablar y me molestaba mucho que alguien lo utilizase contra mí. Desde que nací había sido huérfano, estuve en una casa de acogida hasta los 8 años y después con una familia de acogida que me quiso, aunque yo nunca correspondí a ese amor sinceramente. Después de cumplir los 18 descubrí que tenía padre y que me estaba buscando. Siempre quise tener una familia, así que decidí conocerles, pero las cosas no salieron bien. No eran como yo esperaba y para evitar desilusiones decidí alejarme de ellos. A veces me llamaba mi padre y yo actuaba como cuando saludas a un amigo con el que ya tienes pocas o ninguna cosa en común. Y por eso me dolió, no me gustaba que nadie hablase de mi familia -ni mal ni bien- y, lo que era peor, odiaba saber que alguien a quien yo no conocía se metía en mi vida privada...
Pero... ¿cómo sabía ese hombre mi nombre? Es más, ¿cómo sabía que yo era huérfano? Ese hombre sabía mucho de mí y de mi vida, lo que me pareció extraño y me infundió temor. Entonces le pregunté cómo sabía quién era, y él nos dijo que al día siguiente, a la misma hora y en el mismo lugar nos contaría todo.
Y allí estaba, a la hora convenida, en el restaurante del hotel La Marsina esperando a un hombre que no sabía si acudiría, y en el caso de que lo hiciera... ¿Qué historia me contaría? ¿Podría creerle?
Se me acercó el camarero del restaurante y me preguntó si yo era Liam. No podía creerlo, ese hombre no había tenido el valor de presentarse a la cita, pero había dejado una carta para mí. En ella decía que había tenido que huir, porque correría peligro si me contaba toda la verdad. Por ello me pidió que acudiera con María al aeropuerto, nos estaría esperando un amigo suyo. Acudimos en cuanto pudimos y allí nos estaba esperando. Dijo que se llamaba Santiago. Nos dio dos billetes de avión para Venezuela, donde nos estaría esperando él.
¿Por qué tanto secretismo? ¿Qué tenía que ocultar aquel hombre?
Cuando nos subimos al avión María estaba muy nerviosa y muy pálida, como si estuviera enferma. El viaje se hacía largo, parecía que no llegaríamos nunca. Empezaba a oscurecer y María no podía dormir por los nervios, le inquietaba lo que nos tenía que contar el que decía ser su padre. Después de un rato se durmió, se la veía tan bonita... Cuando ya estábamos casi llegando a Venezuela me desperté, y ella seguía dormida. No la quise despertar, ya que se habría vuelto a poner nerviosa. Llegamos y salimos del aeropuerto de Venezuela, y allí estaba esperándonos. ¿Por qué tanto misterio? -me decía entre mis pensamientos-. ¿Qué será lo que tiene que contarme?
Nos acercamos a él confundidos por toda esta situación. ¿Por qué sabía ese hombre cosas de mí y de mi familia? ¿La habría conocido alguna vez? Llegamos a la casa de aquel hombre tan misterioso y allí nos estaban esperando una mujer y una niña de unos 10 años más o menos. Ellas estaban tan asustadas como María y yo, por estar en ese lugar sin saber para qué. Nos sentamos en un sofá y Marcos, así es como decía llamarse ese tipo, empezó a contarnos todo. Nos dijo que hacía ya muchos años había conocido a una mujer, una mujer guapa, sensual y de otro país que no era el suyo. Nos dijo que se había enamorado de ella, como me estaba pasando a mí con María -pensé-, pero su gran amor sólo había durado unos días de pasión. ¿A mí qué me podía importar la vida amorosa de ese hombre? -me decía entre mis pensamientos-. Hasta que dijo que esa mujer era mi madre, que él era mi padre biológico y que María era mi medio hermana. Me quedé pensativo y desilusionado porque, si eso fuese verdad, la mujer de la que me estaba enamorando no podría llegar a nada conmigo y yo tendría que quitarme estos pensamientos de mi cabeza.
Pero... ¿sería esto verdad o una trampa de aquel hombre tan extraño? Y si fuera cierto, ¿por qué tendría que huir?
En ese momento María intervino en la conversación.
- ¡Usted es un mentiroso, nada de lo que dice puede ser cierto! –dijo muy enfadada.
De repente me miró con lágrimas en los ojos.
- ¿No tienes nada que decir, Liam?
Yo no sabía qué decirle. Me había quedado sin palabras y estaba totalmente pálido. Empecé a tartamudear.
- Pe… Pero ¿qué quieres que diga, María?
Ella se empezó a enfadar aún más y me respondió furiosa.
- ¡Pues lo que opinas de todo este asunto!
De repente se escuchó la voz de Marcos.
- ¡María, cálmate y escuchad lo que os tengo que contar! Como ya he dicho antes, todo comenzó esa noche, cuando conocí a aquella mujer tan guapa, de la cual me enamoré perdidamente. A partir de ese momento nuestras vidas dieron un vuelco repentino, ya que su marido se enteró de nuestra pasión. Ella se quedó embarazada y, al nacer tú, Liam, tu madre tuvo que abandonarte en un orfanato, porque su marido la había amenazado con matar al bebé cuando naciera. Desde aquel momento ya no volví a saber nada más de ella y rehice mi vida. Entonces, María, conocí a tu madre.
Ella vivía con sus padres en un pequeño pueblo de Francia. Su madre era una mujer maravillosa y encantadora. Siempre me trató como a un hijo más y me tenía mucho cariño, como yo también a ella. En cambio, su padre era todo lo contrario. Era un hombre de elevada edad y muy envidioso. Él quería que su hija no se casara nunca con nadie y que siempre estuviera con él. Se enfadaba a menudo con ella, porque siempre estaba saliendo con muchos chicos y él se sentía muy celoso.
A los pocos meses de conocernos, yo me fui a vivir a su casa con sus padres. Para su padre eso fue la gota que colmó el vaso y, a los pocos días de estar viviendo allí, él me amenazó de muerte, ya que se sentía horriblemente asustado al pensar que su hija y yo podíamos casarnos e independizarnos. Yo, aterrorizado, decidí contárselo a ella. Y entre los dos pensamos en casarnos e irnos a vivir lejos de aquel lugar.
A los pocos días nos despedimos de su madre y nos fuimos.
Nos alejamos de aquel lugar en el que yo no llegué a encajar. Su madre se despidió de mí con mucho cariño, pero su padre ni me miró en nuestra marcha. Llegamos a un pequeño pueblo francés donde estuvimos viviendo un par de meses lejos de todo. Recibimos varias cartas de su madre, pero nunca las contestamos. María y yo decidimos tenerte a ti, María, quisimos empezar de cero apartados del mundo. Y llegaste tú y entonces tu madre empezó a enfermar tras el embarazo. Tuvimos suerte, ya que unos extraños hombres que decían venir de una nueva clínica inglesa ayudaron a tu madre a recuperarse. Todo parecía perfecto hasta que nos dimos cuenta de que aquella recuperación de tu madre nos supondría un gasto considerable.
Esos hombres tenían algo que ocultar, no solo querían ayudar a tu madre a recuperarse. Es algo muy duro de contar, pero cuando naciste tú... nadie volvió a saber nada de tu madre ni de ti. El caso era extraño porque yo no hice nada por buscaros. Esos hombres trataban algún tema sospechoso respecto a ti y eso me preocupaba. ¿Por qué tanto interés hacia ti?
- ¡Basta! -le interrumpió María-. No sé quién es usted ni lo que pretende. Y debemos de estar locos para haber venido hasta aquí. Mi padre está muerto y mi madre también, y ella nunca ha vivido en Francia. No estoy dispuesta a seguir escuchando más tonterías. Olvídese de nosotros y de que alguna vez hemos tenido esta absurda conversación. Liam, vámonos, somos unos insensatos habiendo venido a Venezuela sin más.
María y yo nos fuimos enseguida de allí, dispuestos a coger un avión de regreso a Londres. Yo estaba impresionado con toda la historia que acabábamos de escuchar. Mi vida había cambiado considerablemente desde que conocí a María. La enorme atracción que sentía hacia ella me empujaba a actuar de manera irracional. El repentino viaje a Venezuela, la cita con este hombre misterioso... todo era una auténtica locura.
Pero todo ello me ayudaba a acercarme más a María, merecía la pena. Esperando a embarcar en el avión, con lágrimas en los ojos, no me paraba de repetir la conversación que habíamos tenido horas antes. Una extraña sensación me recorría el cuerpo... no soportaba el hecho de ver a María triste, algo me decía que no nos iríamos de allí tan fácilmente.Y no me equivocaba en ello.
Cuando María y yo esperábamos en la terminal nos informaron de que el avión tenía algunos problemas y nos tuvimos que marchar, nuestro vuelo se había cancelado. Entonces María insistió en ir otra vez a hablar con su supuesto padre, yo le repetía que no y que no, y al final fue ella sola. No me fiaba de aquel hombre y entonces la seguí. Cuando llegó a donde había quedado con él, yo me senté en un banco de la acera de al lado. Estuvieron más de una hora hablando y, de repente, él se abalanzó sobre María y empezó como a quitarle la ropa. Yo me acerqué enseguida y, sin pensármelo, le clavé una navaja que siempre llevaba conmigo y se quedó desangrando en el suelo. María y yo nos fuimos corriendo.
Sabía que esto nos iba a traer problemas… Por mi impresión era un hombre de negocios y algo mafioso. Volvimos a Londres en el primer avión que hubo. El miedo se apoderaba de mí, pero solo una cosa me ayudaba a seguir adelante: ella. Tenía que resolver la duda de si era mi hermana o no y decidí que lo mejor era hacernos un test de ADN. No lo pensé dos veces y se lo dije a María, ella aceptó. Después de unos días supimos los resultados. Sentía helada la sangre: la cantidad de ADN compartido era muy baja. ¡No era mi hermana!
Marcos mentía… Pero ¿qué quería de nosotros y por qué?
María y yo seguimos dándole vueltas a la cabeza, continuamos pensando en todo este extraño asunto… No nos encajaba nada de lo ocurrido y, por supuesto, seguíamos sin saber quién era ese hombre y por qué nos había mentido.
Pensábamos sin parar en todo, mientras que yo a la vez pensaba en el propio hecho de estar mucho más tiempo con María y en que sabía que la inconsciente pero grave agresión, tarde o temprano, nos traería problemas… serios problemas.
Una tarde, dando un breve paseo, nos sentamos en un banco, callados, cuando de repente me dijo:
- Liam, gracias por ayudarme…
No le di una respuesta coherente, sino que respondí con una pregunta un tanto embarazosa.
- ¿Sabes por qué quería Marcos quitarte la ropa? Me refiero a…
- No, no –dijo ella con la mirada hacia el suelo–, decía que le dejara ver una cicatriz de nacimiento que supuestamente tengo cerca del pecho, que él tenía una igual, y que así vería que no estaba mintiendo.
- Pero ¿es verdad que tienes esa cicatriz... o es otra historia absurda?
- No, no es verdad, aunque...
María se quedó pensando, mirándome fijamente a los ojos y susurrando mientras temblaba.
- Me pregunto… si hicimos bien en no darle una oportunidad -me dijo.
Durante tiempo estuvimos dándole vueltas y María llegó a la conclusión de que quizá deberíamos haberle dado la oportunidad de contarnos absolutamente todo. Pasados unos días me dijo que volvería a Venezuela para averiguar toda la verdad, porque no podía seguir con esa duda que inundaba su cabeza y no le dejaba dormir por las noches. Yo le dije que no permitiría que fuera sola y que, por lo tanto, la acompañaría. Pero María recibió una llamada de un hombre con una voz seria y grave.
- Será mejor que olvidéis todo este asunto, os meteréis en problemas -le advirtió de un modo rotundo.
- ¿Quién es usted? -preguntó entonces con pánico en la voz.
Pero en aquel momento el hombre colgó el teléfono, y lo cierto es que nunca más volvimos a escuchar esa voz.
Todos esos últimos acontecimientos me parecían más propios de una telenovela venezolana que de una historia real, era tan surrealista que en ocasiones me parecía que todo era un sueño. Aún no sé por qué no hicimos caso a aquel misterioso hombre, pero lo cierto es que, después de mucho pensarlo, decidimos investigar en el orfanato en el que había pasado mi infancia y, tras unos días de insomnio, descubrimos quién era la mujer que me había abandonado.
Sin pensarlo dos veces fui a hablar con ella.
Cuando vi a mi supuesta madre me quedé pasmado y no supe reaccionar, lo primero que se me vino a la mente fue acercarme a ella y preguntarle todo mi pasado, por cómo fue mi vida, y por qué pasó todo eso. Estaba pegado a ella, pero de repente vi que un hombre se acercó a ella con un aire muy raro y entonces me eché hacia atrás porque el hombre era muy grande y me intimidó mucho. No sabía qué hacer, si arriesgarme o simplemente quedarme quieto y callado.
Esperé a que ese extraño hombre se fuera, y me acerqué a ella. Me miró con una cara extraña y me contó que ella me había encontrado en la puerta de su casa envuelto en paños, pero que no era mi verdadera madre. Este hecho me dejó más perdido de lo que estaba. Todo esto me estaba cansando y empezaba a cansarme incluso de María, que había veces que me hartaba, ya que todo lo sucedido me había ocurrido desde que la conocí. Así que decidí ir a hablar con ella.
- María, tenemos que olvidarnos de todo esto, no tiene ningún sentido seguir, si no, las cosas se van a liar más. Y si he ido a Venezuela, lo he hecho sólo para estar contigo…
Después de pensar un rato y asumir lo último que yo había dicho, María asintió.
- Sí, es lo mejor. Yo también estoy cansada y no quiero saber nada más sobre este asunto.
Parecía que la situación se había tranquilizado, hasta que un día me encontraba yo en casa y llamaron a la puerta. Miré por la mirilla y era la policía. No sabía por qué llamaban a mi casa, pero entonces las palabras que oí me dejaron frío y sin aliento.
- Venimos a buscar a Liam Stahl.
En ese momento se me pasaron millones de cosas por la cabeza...
Pensé que no tenía escapatoria y que me iban a detener, así que salí de casa por el balcón y fui en busca de María para contarle lo sucedido.
Mientras iba corriendo hacia la casa de María, noté que alguien me seguía. Para mi sorpresa no sólo era una persona, sino varias, y me dieron una paliza en el portal donde vivía María. Yo quedé inconsciente, pero antes vi cómo subían las escaleras.
Cuando desperté, subí corriendo como pude a su casa. La puerta estaba abierta. Reconozco que en ese momento estaba asustado. Busqué por todos los sitios de la casa, pero no estaba. Pasaron de nuevo cantidad de cosas por mi cabeza: ¿Y si se la habían llevado? ¿Y si la habían matado? ¿O quizá se había ido con ellos porque estaba de su parte? En ese momento casi me da un infarto, pero yo quería conocer la parte que no conocía de su vida. Así que empecé a buscar por todos los cajones de la casa.
Y tras buscar alguna pista, encontré una nota en la mesilla de noche que decía: Tenemos a María, si quieres volver a verla, coge el primer avión a Venezuela y te encontrarás con ella. Sin pensarlo fui al aeropuerto y cogí el primer avión con destino a Venezuela. Después de estar pensando todo el viaje en lo que sucedería a partir de ahora, llegué a mi destino. Y allí me encontré con un hombre vestido totalmente de negro que me dijo que le siguiese.
Le seguí hasta donde él me guiaba. Por el camino, encontré a una pareja de ancianos que había desaparecido hacía unos años... Entramos a un pasadizo oscuro y vi a un niño que estaba sin zapatos y con la cara sucia, como si nunca hubiese tocado el agua. Llegamos finalmente al sitio donde dijo el hombre y vi a María, que estaba sentada en una silla. Logré verla solo un momento, ya que los hombres se la llevaron y me dijeron que no contara a nadie lo que estaba viendo. De repente, una mujer muy mayor se me acercó y me preguntó que qué estaba haciendo allí. Yo le respondí que tenían a mi ''amiga'' y que me habían obligado a ir hasta aquel lugar para poder recuperarla. Ella me contestó que esos hombres tan misteriosos eran unos convictos y que la policía les estaba buscando. Aterrorizado porque tenían a María le dije a la anciana que me ayudase y ella me respondió que aquellos hombres ya no estaban allí, dado que se habían tenido que ir. Me volví loco de furia y de angustia. No dejé un instante de inspeccionar cada rincón, cada esquina de aquel extraño pasadizo. Pasillos y pasillos que no sabía dónde me conducían. Simplemente no dejé de correr y de buscarla. Hasta que un soplo divino me condujo hasta ella. A punto de estallarme el corazón, la llamé con todas mis fuerzas, sin hallar respuesta. Cuando llegué hasta ella, descubrí con horror que tenía clavado un cuchillo en la espalda.
Cuando me acerqué, me fijé en que no estaba muerta. Tenía los ojos entreabiertos y balbuceaba mi nombre para que fuera a socorrerla. Yo fui corriendo a mirar la herida que le habían hecho con el cuchillo. No paraba de perder sangre y la llevé corriendo hacia el hospital. Me costó mucho llevarla ya que nadie me quería ayudar, hasta que vi a unos hombres con negros trajes de chaqueta que me dijeron que ellos me ayudarían a cambio de cumplir tres favores: el primero de ellos fue que no volviera a Venezuela; el segundo, que les tenía que dar mil euros mensuales hasta que muriera María y, el último, que no le dijera a nadie que había estado con ellos. Yo acepté para poder salvar su vida.
El segundo favor no lo entendí muy bien, no comprendía por qué les tenía que dar mil euros mensuales pero, en fin, por ella estaba dispuesto a hacer lo que fuera.
Cuando María se recuperó, decidí sacar lo antes posible los billetes para abandonar Venezuela. Le expliqué los favores que me habían pedido aquellos hombres. Ella no estaba de acuerdo con que yo les hubiera concedido esos favores, así que una mañana en que yo aún no me había levantado, cogió mi móvil y marcó el número desde el cual me habían llamado a mí.
Tras varios toques de llamada, una voz grave le respondió.
- ¿Quién es?
Entonces María, medio asustada pero decidida, entonó una voz grave simulando la de un hombre y contestó:
-¡Escuchadme bien! Sé todo lo que está ocurriendo con Liam y María, y os recomendaría que los dejarais en paz. De lo contrario, los perjudicados seréis vosotros.
María colgó el teléfono mientras me miraba con una cierta confusión. Yo lo había escuchado todo. Por una parte estaba asustado, pero por otra, estaba orgulloso de su comportamiento y de que hubiera sido ella la que diera la cara en este caso. Rápidamente se me echó a los brazos acompañada de un largo suspiro. Esta situación la interrumpió el sonido del móvil, que observando su pantalla, se podía ver que eran ellos de nuevo. María cogió el teléfono y al oír la voz de aquel hombre, notó temor e inquietud en el hablante. Estaban nerviosos, ¿creían que habían metido la pata al crear todo este alboroto? Entonces el hombre empezó a conversar.
María me pidió que me fuese y que la dejase sola hablando con aquellos hombres. Yo no quería irme, pero ella insistió. No me quedó mas que hacer lo que ella me pedía. Como no quería dejarla sola hablando con ellos, me puse a escucharla sin que ella lo supiese. Todo nervioso y en silencio escuchaba palabra por palabra lo que María intentaba aclararles a esos hombres. De repente ella empezó a reírse, y yo me quedé con la mente en blanco porque me di cuenta de que el amor de mi vida, la persona que más quería y por la que había dado todo... me había traicionado, traicionado con aquellos hombres que yo creí que querían matarla y hacerle daño. Roto el corazón y sin ganas de vivir, me acerqué a ella.
- Tu juego ha terminado, sé que formas parte de este juego inútil y depravado.
Entonces ella me respondió.
- ¡Esto no es lo que parece! -dijo alterada mientras cortaba rápidamente la llamada.
- ¡No me vengas ahora con esas tonterías! ¡No te creo ni una palabra! -respondí completamente fuera de lugar.
Yo estaba muy decepcionado y a la vez enfurecido con el comportamiento de María, no me podía creer lo que estaba presenciando. Mientras María intentaba explicar todo lo que había sucedido, yo pensaba en lo enamorado que había estado de ella y no dudé en abandonar la habitación en la que nos encontrábamos, dejando a María con la palabra en la boca... Salí de la casa a toda prisa y María fue en mi busca.
- ¡Liam! -gritó para llamar mi atención.
- ¡Déjame en paz! ¡No sabes el daño que me acabas de hacer! ¡No te lo puedes imaginar! -respondí furioso.
Sin embargo, María no desistía en alcanzarme y echó a correr.
Decidí pararme para oír su versión. Sus ojos ya no me transmitían nada, y sus palabras no llegaban a entrar en mis pensamientos, no lograba prestarle antención, pero aun así decidí que tenía que hacer algo, averiguar toda la verdad, no sólo por orgullo propio sino porque aquellos misteriosos hombres sabían mi nombre y, al parecer, mi pasado. Aquello podría traerme problemas. Fui hasta casa de María. Ella, a modo de disculpas, me invitó a subir. Acepté. Tenía que averiguar qué hacer con esta situación, lo único que había hecho hasta entonces había sido dar palazos a la oscuridad. Ya era hora de arrojar luz sobre esta historia. Entré en el apartamento y me senté en un sofá, situado al lado de la mesilla, donde encontré la nota. La verdad es que era bastante pequeño, pero aun así muy espacioso, el ventanal de la terraza proporcionaba una gran luminosidad. Ella me ofreció un café, yo acepté. Fue en el momento en que ella fue a la cocina, cuando yo decidí tumbarme y acompasar mi respiración, de modo que pareciera que me había dormido.
-Liam, Liam... ¿estás despierto? - dijo ella.
Yo no respondí.
Al parecer recibió una llamada. Ella, confiada de mi sueño, salió de la casa. A toda prisa rebusqué en todas partes buscando algo, cualquier cosa, que me aclarara la situación, pero, tras resbuscar por toda la casa, no encontré absolutamente nada. De pronto un sentimiento de impotencia me embargó, no pude reprimirlo y lo descargué contra aquella mesilla situada al lado del sofá. La mesilla volcó, el jarrón se rompió en mil pedazos, el cajón se abrió vaciándose por completo y, junto a su contenido, se desveló un doble fondo y oculto allí un diario. Sin vacilar ni un segundo lo abrí. Para mi sorpresa estaban escritos todos los lugares, junto con sus respectivas fechas, por los que yo había pasado a lo largo de mi vida: orfanatos, colegios, casas... Al final del diario se encontraba un nombre tachado y, tras meditarlo, descifré: " Alfred Stahl". No me lo podía creer: era mi padre. Al parecer era como una especie de ajuste de cuentas. Junto al nombre de mi padre aparecía un número de una cuenta bancaria y una elevada cantidad al lado. ¿Sería mi herencia? Y si lo era, ¿sería ese el motivo de toda esta trama de mentiras, el acabar conmigo...?
Estaba de los nervios y se me nubló la vista. Sé que no tenía tiempo que perder porque, aunque se alargara la conversación que estaba manteniendo María, no duraría tanto como para tener una cierta tranquilidad al rebuscar datos sobre mi pasado y el de mi familia. A pesar de esto fui al baño para echarme agua en la cara y así calmar los nervios y recuperar mi visión que, durante unos instantes, había perdido por completo. Volví al salón y me di cuenta de que los muebles que había fueron el blanco de mi furia. Lo coloqué muy rápidamente y me dispuse a volver a observar el diario y todo lo que había en él, si esa cuenta fuera una realidad y ese hombre fuera, en realidad, mi padre, sería millonario y viajaría a un sitio lejano que, por supuesto, no sería Venezuela, de la que todavía me acordaba por el miedo que allí pasé. No encontré más que esos datos sobre mi vida, pero eso era suficiente para lo poco que antes tenía y fue una alegría en medio de esta pesadilla. Ya había pasado cuarto de hora, cuando entró María silenciosamente para no despertarme, yo arranqué algunas hojas del diario y me las guardé en mi bolsillo. María pasó cerca de mí y deduje que estaba delante de mí porque estaba tapando la claridad que entraba por esa gran ventana. Estaba nervioso. Empecé a sudar de temor porque no sabía quién más entró, ella se sentó a mi lado, me acarició la mano y me besó la frente. Se fue velozmente del salón y yo con mi temblor de piernas me puse la chaqueta y salí corriendo. No me enteré del ruido que hice con la puerta y María fue al salón y vio una hoja del diario, me miró desde la gran ventana y salió en mi búsqueda. Yo sabía que ella no podía hacerme nada, pero su cara parecía la de un perro rabioso y esta vez no me dijo nada agradable para que me detuviera, sino que me quería cazar. Le sacaba ventaja y esta aumentaba con el tiempo, pero para no arriesgarme cogí un taxi y le dije al conductor que se alejara de ese sitio sin ir hacia ninguna parte. A la media hora unos coches negros aparecieron ante mi vista por el retrovisor y yo intenté evitar expresar mi temor para que el taxista no me abandonase y pensé en que, si salía de esta persecución, iría al juzgado para averiguar quién era ese hombre. El conductor se había dado cuenta de que nos perseguían, pero para él parecía algo normal. Estaban intentado acorralarnos, había tres coches, uno detrás y dos a los lados y en frente... ¡un bar! estaba lleno de gente tanto por fuera como por dentro y yo grité:
-¡Cuidado!
El taxista se puso nervioso, frenó y dio unos volantazos bruscos. El coche derrapó.
Se estampó contra el bar. La gente empezó a salir corriendo asustada por el gran golpe y yo, un poco preocupado por todo aquello, miré al taxista. Estaba tendido inconsciente dentro del vehículo y, sin embargo, yo apenas tenía unos rasguños. Entonces pensé que aquella era mi ocasión para escapar de esos hombres sin que se dieran cuenta. Después de pensar durante unos instantes qué iba a hacer, mi móvil empezó a sonar: era María. No sabía si cogerlo, pero al final lo hice. Su voz no sonaba como otras veces, sino mucho más fría y distante. Me dijo que esa misma noche quería encontrarse conmigo en un callejón y colgó el teléfono. Me resultó un poco extraño todo aquello y no paraba de pensar para qué quería verme en ese sitio tan raro, y si me esperaría con alguien más. Llegó la hora y allí me dirigí.
Cuando llegué al callejón todo estaba oscuro, solo podía verse la luz de un pequeño farol que lo iluminaba.
Miré hacia todos lados, intentando ver dónde se encontraban para preparar una defensa por si intentaban atacarme y no estar desprevenido.
De repente mis oídos percibieron pasos, mi cuerpo se puso tenso y empezó a temblar. Tenía que calmarme, no podía dejar que me vieran asustado.
Me di la vuelta rápidamente y, cuando mis ojos vieron esa imagen, se me descompuso el cuerpo. María, esa dulce chica que había hecho que mi corazón tuviera vida, soportaba el peso de una pistola entre sus perfectas y delicadas manos, y la apuntaba hacia mí.
Me eché hacia atrás, pero sin dejar de mirar a todos los lados por si salía alguien de improviso.
María percibió mi temor y me dedicó unas palabras con voz dulce: “No tengas miedo”. ¿Cómo podía pedirme que no tuviera miedo si me apuntaba con un arma?
Los hombres que la acompañaban se pusieron alrededor de ella dejando un hueco entre ella y yo.
Seguía apuntándome con el arma y cada hombre que la rodeaba tenía una dentro del bolsillo. Lo que no sabían era que yo también iba armado. Me armé de valor y delante de todos con un grito le pedí que me diera una explicación.
Me encontraba asustado y ella no respondía.
- ¿Por qué me estás haciendo esto María? -dije temblando.
- Puedes estar tranquilo, no te haremos nada -dijo ella.
No aguantaba más, estuve a punto de sacar la pistola que tenía guardada cuando, de repente, por la salida del callejón apareció un coche negro. No sabía qué hacer, no tenía escapatoria.
- Ha llegado -dijo uno de los matones.
La puerta del coche se abrió, y salió un hombre trajeado. Cada vez me preocupaba más todo aquello.
- ¿Quién eres? -le pregunté.
Él se acercó, me miró fijamente, sobre todo mi lunar debajo del ojo. Cuando le miré me di cuenta de que él también tenía ese lunar.
- Sé lo que estás pensando, hijo.
Al decir hijo me cayó una lágrima, no me lo podía creer.
- Sí, yo soy tu padre. Todo esto ha ocurrido por mí, siento todo.
De la oscuridad apareció Marcos. Yo no sabía cómo actuar. Al final decidí creérmelo y me acerqué a él y le di un abrazo. Era como si hubiera llenado un hueco en mi corazon. Pero esa felicidad no duraría mucho. De repente, el coche de mi padre fue embestido y empujado para delante. Apareció otro coche del que salieron cuatro tipos armados. Comprobé que María se iba de allí, no sabía si tenía relación con aquellos tipos. Después lo único que recuerdo es que sacaron las pistolas y hubo un tiroteo. Sólo quedamos mi padre y yo escondidos. Se acercaron a donde estaba mi padre y conseguí ver que le estaban apuntando. Quise intervenir, pero se escuchó un último disparo, después de lo cual vi caer a mi padre muerto con un disparo en la cabeza. Me levanté y lo último que sentí fue el golpe de un bate en la cabeza.
Lo siguiente que recuerdo es mi estancia en el hospital, preguntándome demasiadas cosas... ¿Dónde había estado mi padre durante tanto tiempo? ¿Quiénes eran esos hombres que lo habían matado y por qué lo habían hecho? ¿Qué tenía que ver María con todo eso? Y justo cuando pensé en ella apareció por la puerta con tristeza y algunas marcas en la cara.
- ¿Qué te ha pasado? -le pregunté levantándome aún mareado.
- Me atacaron los hombres que te hicieron todo esto -me dijo señalándome las marcas de los brazos y a punto de llorar.
- Los conoces, ¿verdad?
Con esa pregunta rompió a llorar y me habló entre sollozos.
- Perdóname, por favor, no quise hacerte daño, yo te quiero.
Entre palabra y palabra oímos unos gritos en el pasillo acompañados de disparos, que parecían venir del pasillo del hospital. María salió a ver qué pasaba y desde la cama vi cómo le cambiaba la cara.
- ¡Están ahí, son ellos!
A pesar de mi mareo y mis moratones, cogí mi arma de debajo de la almohada y cogí a María de la mano dispuesto a correr, pero ella se quedó quieta y con una sonrisa en la cara. Yo no sabía de qué iba todo aquello. Los hombres me cogieron de nuevo y me llevaron con ellos a un polígono que no conocía de nada, lleno de cajas y de columnas. Era un espacio muy oscuro con mucha humedad y, por supuesto, lleno de bichos. Al principio solo estábamos María y yo, pero llegaron dos hombres más que me soltaron y me contaron toda la verdad sobre María.
- María es sicaria, y te buscaba a ti por medio de tu padre " Alfred Stahl". Este era un ex senador, que había tenido una relación fuera de su matrimonio, de la que tuvo un hijo, Liam. Pero nadie podía saberlo en ese momento, por su carrera política, así que su secretario personal , Jester, fue quien tenía que ocuparse de Christie, tu madre. Jester no se ocupó de Christie y todo el dinero que recibía de Alfred se lo quedaba para él. Christie pensaba que Alfred no se acordaba nada de ella y de su hijo, por lo que decidió abandonarte en una de las mansiones de la ciudad, y de ahí te llevó al orfanato. Alfred no estaba al tanto de todo esto, pero cuando se enteró de lo que había pasado, él ya podía responder de lo que había hecho en el pasado, porque ya no era senador y ya no pasaba nada. Aunque ya era demasiado tarde porque Christie había muerto y tú ya habías salido adelante.
Por eso es por lo que tu padre contrató a investigadores secretos, aunque lo que él no sabía era que ellos eran sicarios, que se pusieron a investigar por su parte para poder encontrarte más rápido que tu padre.
Poco a poco se fueron acercando hacia ti por medio de María, quien intentaría enamorarte, para después poderte secuestrar y robarte toda tu herencia familiar.
Pero Sofía, tu hermanastra, era la única que sabía todo lo que estaba haciendo tu padre, porque él se lo había contado. Tú y ella sois los únicos herederos de una gran fortuna, que no se puede ni calcular. Así que ella se enteró de lo que había pasado en el callejón e inmediatamente nos contrató a nosotros, que somos agentes especiales del gobierno, para poder rescatarte, aunque todavía corres peligro.
Por eso ahora mismo te tendrás que ir a la India, tenemos dos vuelos para ti y Sofía. Y os hemos cambiado vuestras identidades. Desde ahora te llamarás Cristian Fernández y Sofía, Rebeca Martínez. Vuestra herencia os la llevaréis con vosotros.
De repente sonó el teléfono y Manuel, el hombre que estaba hablando conmigo, fue a cogerlo.
- Liam, ya no tienes que preocuparte, hemos cogido a los matones que querían matarte y van a ser juzgados en EEUU por sus múltiples asesinatos, y lo más probable es que sean condenados a la inyección letal -Manuel se acercó a mí-. Y en cuanto a María... Yo lo siento mucho, uno de los disparos que sin querer tú diste fue a parar a su corazón y ahora mismo acaba de fallecer.
Vacilé un poco antes de creerme todo eso, todas esas cosas que de repente me estaban pasando. ¿Por qué a mí? María... ¿por qué ella? No sabía si tenía que sentirme culpable... Tengo que reconocer que la quería... Sin embargo no quise llorar. Sofía se acercó a mí.
- Será mejor que te des una ducha y descanses.
Sin decir nada me fui, quería estar solo, pensar... Dejé que pasara el día... tumbado, quería estar listo, pues no todo se acababa aquí. Tal coraje que yo sentía... Necesitaba hacer algo, así que aun sabiendo que aquellos matones estaban condenados... Decidí coger un vuelo a EEUU. Ya no podía tomarme la justicia por mi mano, pero no me iba a privar de ese placer de ver a aquellos matones condenados. Ya hecha mi maleta salía por la puerta cuando vi a Manuel, que se acercaba.
- Malas noticias -me dijo.
- ¿Todavía más malas noticias? -pensé yo- ¿Qué es lo que ocurre...?
- ¿A qué te refieres con "malas noticias", Manuel? -le pregunté.
- Ya te enterarás en su debido momento, Liam o, por mejor decir, Cristian.
Aquellas palabras me dejaron más atónito de lo que ya estaba. Tras varios días preparándome para viajar a EE.UU. me decidí y me dirigí al aeropuerto. La pistola la dejé, ya que probablemente la seguridad del aeropuerto la hubiera detectado a la primera. Tras una larga hora de espera por fin estaba sentado en la clase turista de aquel avión pensando en cómo fui capaz de matar a la mujer que yo amaba. Era un sentimiento de impotencia, ya sabía que era sicaria, pero seguramente encontraría pocas mujeres como ella. Cuando por fin pude pisar terreno estadounidense ya había anochecido y mi prioridad fue buscar un hotel donde pasar la noche. Y lo más importante, planear el golpe contra los sicarios. Mi tranquilidad se desvanecería rápidamente cuando, al esperar que un taxi me llevara al centro, me topé con una furgoneta de color oscuro en la cual iba uno de los cuatro sicarios de aquel callejón. ¿Cómo iba a olvidar la cara del tipo que me pegó con el bate en la cabeza?...
Intenté huir de aquellas personas para que no me cogieran, pero uno de ellos salió de la furgoneta y me alcanzó. Con una pistola me amenazó y me obligó a seguirlos. Durante un buen rato permanecimos en el coche y cuando paró llegamos a un lugar un tanto desierto donde había una casa abandonada. Me llevaron dentro de ella, me ataron y me obligaron a decirles dónde estaba mi hermana Sofía, pues no lo sabían. En un principio pensaron en matarme pero si lo hacían Sofía se quedaría con la herencia. No sé cómo lo hicieron pero lograron dar con ella sin mi ayuda. Le dijeron que me tenían secuestrado y que si quería salir con vida debía darles todo lo que nuestro padre nos había dejado de herencia. Ella aceptó.
Estas personas, absolutamente desconocidas, le hicieron aceptar distintas condiciones a mi hermana, tales como guardar absoluto silencio, en especial en lo que respectaba a la policía. Mi hermana, amedrentada, aceptó. Quedó con uno de esos hombres para arreglar todo lo necesario, con el único y determinado propósito de apropiarse de la herencia de mi padre. Para ser precisos, quedaron en el conocido barrio de Harlem. Probablemente ustedes se estarán preguntando cómo demonios conseguí conocer estos datos: simplemente porque escuché toda la conversación. En ningún momento llegué a tener ninguna preocupación ni por la herencia ni por mi hermana, ya que sabía que ella tendría un plan.
A los dos o tres días de tenerme encerrado en aquella casa me soltaron, me dijeron que ya se habían saldado todas las cuentas y que quedaba libre. La verdad es que no entendí nada de lo que pasó, pero me fui bastante alegre de no tener que pagar las consecuencias que me podrían haber llevado a la muerte únicamente por enamorarme de una mujer a la que conocí en una exposición. Nada más salir de aquel sitio y refugiarme en otro lugar seguro, llamé a Manuel para conocer si le había pasado algo a Sofía. Entonces él me dijo que se había solucionado todo, que me dirigiera ya a mi casa: allí mismo nos encontraríamos y me contarían todo lo que había pasado, por qué había quedado libre y el plan que habían seguido.
Tras llegar a casa le conté a Sofía todo lo que me había ocurrido cuando me tenían secuestrado. Ella no parecía contenta de verme en casa. Entonces me pregunté que qué le estaba sucediendo. Parecía estar triste porque me tenía que ir a EEUU para ver cómo serían juzgados los culpables de que matara a María. Sin embargo, le dije que no se preocupara, que no me iba a ir y que nos compraríamos una casa más espaciosa para irnos a vivir allí, comenzar nuestra vida de nuevo y contarnos todo lo que hicimos cuando estuvimos separados. Así comenzó una nueva vida para Sofía y para mí.
THE END...
35 comentarios:
Este es el comienzo de una novela que tendrá un poquito de ti y de todos nosotros.
Será nuestra novela, nuestra novela crecIENTE...
Es una buena idea la novela creciente, y pienso que saldrá algo muy interesante con la aportación de cada uno ...
Bueno yo soy la primera, de hecho ya eh escrito algo, pero esperaremos el lunes y
seguiremos día a día hasta
obtener el resultado final,que,
de nosotros depende...
Gracias por el interés que demuestras siempre.
A ver si sale una historia buena... pero si no saliera, no importaría, porque la intención ya lo es. Y mejor o peor, pero interesante sin duda, sería una creación nuestra, de todos nosotros... Eso ya es suficiente para los guardianes.
La verda me gustria saber de quien a sido la idea en buenisima ... e y tambien als compañeras que an cotinuado me parece una idea super interesante y bueno un poco ... no encuentro la palabra jajaj pero diria que bueno creo que la idea del asesinato es buenisima acuenque que me pasara no em gustaria nada jaja .. Katherin si la idea a sido tiya urra por ti me a encantado ...
Ánimo a todos los que tenéis que continuar la novela, está quedando fenomenal! Muy creciente, sí señor!
Queremos dejar constancia con este nuevo comentario de que la Novela crecIENTE nació el 26 de febrero y que hoy, 9 de marzo, sigue creciendo y creciendo...
Iremos actualizando su publicación para facilitar la lectura a los continuadores de esta interesante historia.
TO BE CONTINUED...
¡Que interesante! La verdad es que cada vez me gusta más...jaja, a ver si escribis más que quierosaber como continúa!
ya tengo ganas de saber que le pasa a la chica, a la que por cierto aun no se ha bautizado...
Está muy interesante
dejaos ya de rodeos y sorprendednos
:)
Recordamos que al principio del relato se nombra a una fallecida María Iribarne...
¡por esoo! jajaja
aun hay mucho que aclarar hasta ese asesinato
la verdad es que es antretenido xD
me encanta!!
Nos ha gustado mucho participar y nos ha parecido muy interesante queremos ya saber como es el final suerte compis ja ja ja
Aver que me entere(... )¿se llama Marcos o Santiago?
es que como en una parte dice que se llama Marcos,y en otra Santiago...?__:S
:S
:S
:S
Empieza a complicarse la trama, ¿¿ehhh?? Santiago era el amigo del padre de María, la chica misteriosa, amiga de Liam, el pintor, que les estaba esperando en el aeropuerto enviado por Marcos, el supuesto padre de María ¿o es de Liam?, de quien parece ser que es medio hermana, porque la madre de Liam pasó una noche loca con el padre de María, Marcos, es decir, el amigo de Santiago... Jejejeje...
Santiago es el amigo que envía al aeropuerto el recién bautizado Marcos, llamémosle "el padre".
Aprovechamos este comentario para daros las gracias a todos los que ya habéis participado, que sois unos cuantos. Ninguno ha fallado y nos sentimos muy satisfechos y orgullosos de vosotros. Estamos encantados con el resultado. Y eso que era un proyecto complicado...
¡¡¡Qué buenos sois!!!
Que no decaiga, mucho ánimo para los siguientes.
me gusta muchisimo! aunque cada vez se va complicando mas es bastante interesante, tengo ganas de saber como acabará.
madre mia vaya culebron se esta liando cada vez mas las historia...que ocurrira apartir de ahora ya lo veremos jaja
Madre mia cada vez esto se complica más y ahora que me toca a mi nose ni por donde empezar jaja a ver como terminará todo...
sara ..por favor mata ha alguien ya
jajaja...Yo estoy con Miriam matad a alguien o algo por Dios que con tanto viaje y que si padre, media hermana por la que se siente atraído...En fin, un lío.Supongo que si se termina "bien" (en el sentido: bien escrito) quedará bien, pero matad a alguien...
Bueno ya se va poniendo interesante auenque la verda no se que va a pasar con la pobre muchacha .. Maria .... como va a morir como terminara esto .....
por fin empiezan a reconducirla
A ver como lo siguen hoy que mañana me toca a mí... Espero que me lo pongan facilito...
vengaaaaaaaa... ahora como sigo yo esto...? madre mia!! jaja
Vamos a ver ....¡¡¡¡QUE HAY QUE MATARLA!!!! como perdais más tiempo con que si pasa del tema y luego vuelve y así todo el tiempo además de liar la historia el final no va a coincidir con la muerta de la chica...
Pero a ver Carolina!! si la hubiese matado... ¿como seguiría la otra persona la historia? Nos encanta la historia, está en un momento muy emocionante... Tal vez María no sea tan buena como parece ¿no?
...
Me refiero a que hay que terminar matándola y que alguna razón tiene que haber para matarla, no pueden estar toda la vida que si ahora investigo que si ahora no investigo, etc y lo que ha hecho la última persona(¿era Luisa, no?) está bastante mejor pero que ahora no vaya el siguiente y diga que la quiere y vuelvan a investigar lo del padre, el hombre ese o lo que sea. En definitiva, que no vuelvan al culebrón y que se centren en la historia.
jaja claro... pues que la pongan como que es de ese grupo de personas que pegaron a Liam y así tiene algún motivo para matarla ¿no? ajaj a ver como sigue la historia... Suerte para el que le toque!
¿Ya se la han cargado? Madre mía... jaja y ahora de nuevo en Venezuela veremos a ver como acaba esto.
biieeennn,viiivaaa! ya no podrán volver a venezuela y así se dejará de culebrón =)
Sabéis .. no si os habéis fijado pero esto ahora se va pareciendo a una peli América de ficción secuestro , puñaladas , túneles subterráneos etc, aunque a lo telenovela .
uOOOOOOOOo!! jaja al final Maria va a ser mala... jejeje que divertido :D a ver como termina...
Yo juraría que he vito una película así, como lo que acabo de leer, o un libro o un sueño o un déjà vu,vamos, que me suena y no sé a que. Ahora la cosa está bastante intrigante...
oh my God! que lio... cada vez la cosa va a más... jaja no sabremos que pasará al final...
:) Luisa y Sara L.
Pues este es el final de una novela que ha tenido un poquito de ti y de todos nosotros. Más de 50 personas han aportado su granito de arena a esta nuestra novela CRECIENTE.
Muchas gracias a todos por vuestra participación. Ojalá y nos veamos de nuevo en otro proyecto, quizás otra novela, quizás...
Son tristes los finales pero, como diría un amigo de los guardianes, tenemos que ponerle el "Tenén".
THE END
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