4 de febrero de 2009

Perpetuum Mobile

Tenía bastante sueño, por lo que me fui derecho a la cama después de cenar. Sólo había una cosa que me aterraba, y es que si me dormía volvería a tener la misma pesadilla de todas las noches, esa pesadilla que aunque no fuera para tener miedo, a mí por alguna razón me producía una sensación de angustia que recorría cada partícula de mi cuerpo y me hacía temblar cada vez que lo recordaba. Sentía una impotencia enorme de no saber qué significaba ese sueño, de no poder descifrar lo que contenía, y de no poder hacer algo para que dejara de tenerlo cada noche.
Supe que me había quedado dormido cuando apareció la primera imagen del sueño. Siempre comenzaba de la misma manera desconcertante... La mesa de trabajo, llena de objetos y aparatos raros, estaba en el mismo lugar en aquella habitación siniestra, presidida como siempre por un hombre, ya bastante anciano. Cada aparato tenía un mecanismo diferente y funcionaba de distinta forma. El anciano recogió un gran libro, parecía a punto de abrirlo cuando alguien abrió una puerta con brusquedad. Un hombre corpulento entró en la habitación y depositó en la mesa de trabajo un reloj de arena.
En ese mismo momento la escena se desavanecía, y aparecía yo, sentado sobre las pequeñas rocas y mirando hacia el pueblo que tanto me gustaba dibujar. Estaba rebosando paz y tranquilidad cuando una piedra me golpeó la cabeza haciéndome daño. Giré la cabeza hacia el lugar desde donde se había lanzado la piedra y descubrí a dos chicos altos y fuertes, unos cuantos años mayores que yo, sostenían en sus manos cierto numero de piedras, que seguramente servirían para tirármelas a mí, por lo que salí corriendo sin una dirección fija. Sólo pensaba en correr sin parar para que esos dos chicos no me pudieran alcanzar, y no me daba cuenta de hacia dónde me dirigía hasta que paré de pronto. Me encontraba en frente de una puerta muy extraña, de hecho no sabía si merecía recibir el nombre de puerta; parecía como si fuera un puzzle y le faltaran algunas piezas. Sin pensarlo dos veces, y escuchando la proximidad de los pasos de mis enemigos, cruzé la puerta y me adentré en un mundo de penumbra.
Era un lugar aterrador, sólo había oscuridad, árboles sin hojas y con ramas que parecían adquirir la forma de monstruos amenazantes, y para mi mal augurio tumbas... Un terror absoluto me embriagó. De pronto vislumbré una luz que provenía de una pequeña ventana, me acerqué al lugar y asomé la cabeza por las rejas; pude llegar a ver al anciano trabajando en la mesa de trabajo, porque mi vista fue taponada por un horrible robot muy extraño. El robot me miró fijamente aunque la verdad es que no podía ver, y siguió con su trabajo. Eché un pequeño vistazo hacia la vieja mesa y el anciano, quien estaba sosteniendo en sus manos, con mucha delicaleza, una especie de cajita en forma de corazón que llevaba en su interior un sistema de engranajes; el anciano colocó la última pieza más cuidadosamente aún de lo que sostenía el corazón, y procedió a cerrar las tapas, por lo que pude comprender que había terminado su trabajo. El extraño robot captó de nuevo mi atención y comencé a dibujar un boceto de aquel misterioso ser, pero una corriente de viento me arrebató mi boceto que fue recogido por el robot. En ese momento intenté aguzar el oído, pero no oía nada, y ese era el problema...Todos los aparatos raros se habían detenido en el mismo momento en el que el último granito de arenilla caía al fondo en el reloj de arena. El robot cayó desplomado al suelo y el boceto voló a su lado; sin embargo el anciano no se desplomó, si no que recostó la cabeza sobre el respaldo de la silla y el pequeño gorro que llevaba, o yo pensaba que era un gorro, se le cayó dejando al descubierto mecanismos en vez de un cerebro. Ante mi incomprensión por lo sucedido solo tenía ganas de gritar y salir corriendo, por lo que proferí un grito de terror...y aparecí sentado en mi cama, empapado en sudor y con temblores por todo el cuerpo.
Entonces compredí que había tenido la misma pesadilla de todas las noches.

Ana Cabrera Hoyas (4ºD) Versión inspirada en Perpetuum Mobile.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la hiatoria s muy buena me gusto mucho felicitaciones Ana una amiga de tu curso

el guardián dijo...

Interesante, creativo y bien escrito. Gracias por compartirlo con todos nosotros. Aquí nada es menguante, todo es creciente... como tú y tu arte.