- ¡Antes muerta! - me dijo. ¡Y lo único que yo quería era darle gusto!
La maté por no darle un disgusto.
-Le comería los hígados -dijo Vicente.
No pudo: amargaban.
Lo maté porque me dolía la cabeza. Y él venga a hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenían completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, miré mi reloj seis veces, descaradamente: no hizo caso. Creo que es una atenuante muy de tenerse en cuenta.
Íbamos como sardinas y aquel hombre era un cochino. Olía mal. Todo le olía mal, pero sobre todo los pies. Le aseguro a usted que no había manera de aguantarlo. Además, el cuello de la camisa, negro, y el cogote mugriento. Y me miraba. Algo asqueroso. Me quise cambiar de sitio. Y, aunque usted no se lo crea, ¡aquel individuo me siguió! Era un olor a demonios, me pareció ver correr bichos por su boca. Quizá lo empujé demasiado fuerte. Tampoco me van a echar la culpa de que las ruedas del camión le pasaran por encima.
3 comentarios:
Jajajaja buenísimo, me encanta. No puedo evitarlo, el humor negro mola! :)
Jaja muy bueno, si el humor negro mola mucho!!
si buenisimo sin comentarios jejejeje
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