7 de noviembre de 2009

RÉQUIEM


Advertí una tenue luz, intrigado. Quise averiguar qué era, a cada paso que daba la luz se alejaba. Tic tac tic tac, el tiempo pasa, sigo buscando aquella luz, pero ya no está.
Ahora sólo se oye el silbido del silencio y la oscuridad me deslumbra. ¿Dónde está el camino? ¿Dónde perdí la esperanza? La perdí con sus ojos claros, junto a su sonrisa deslumbrante... Mi esperanza se fue con ella.
Sigo paseando entre tenues recuerdos, recuerdos con nombre y apellidos, sigo paseando por el valle del descanso. Las hojas, guiadas por un aliento fúnebre, dibujan remolinos, hojas secas, hojas apagadas, hojas sin vida… Por un momento quise imaginar que aquellas hojas revueltas eran llevadas por un suspiro suyo, quise imaginar que era ella de nuevo, buscando un adiós, o quizás un hasta pronto, pero desperté de aquel agradable espejismo, y volví, volví a perderme en el más recóndito agujero oscuro de mi alma. El viento susurraba su nombre y el cielo, poblado de nubes, acompañaba en su aspecto tenebroso a mi corazón, ahora solitario.
¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo buscar algo que se ha desvanecido? ¿Cómo?
No encuentro un motivo suficientemente fuerte como para quedarme aquí. Ella está en todas partes y en ninguna; ella grita más fuerte que nunca, pero en voz baja; ella está tan cerca de mí que no la puedo sentir.
Creo que he hallado la solución. Me dirijo a aquel almendro, un almendro tan apagado como la luz de mis ojos; aquel almendro de aspecto fúnebre acatará un cometido, un cometido que quedará guardado en la historia. Cabizbajo, solitario e inseguro, me dirijo hacia el almendro. No es él quien me llama, es ella, es su voz en el viento, es su tez en la luna, son sus ojos en el cielo. Lo sé, cariño, me esperas, y yo no te haré esperar más.
Aquí estoy prendido de la última prenda que conservo de ella, un pañuelo gris, notando cómo mis sentidos se ahogan. El almendro parece desvanecerse y el suelo, que a escasos segundos parecía mirarme desde abajo, ahora se aleja, aquel fúnebre cementerio se desvanece. Tan sólo queda mi figura inerte.
Advierto una tenue luz, intrigado. Deseo saber qué es. Ya no cabe duda, el tiempo se detiene, encontré mi luz: es ella.

Sara Tomé

3 comentarios:

el guardián dijo...

Él encontró su luz... tú, Sara, brillas con luz propia.

Tomasz Dabrowski dijo...

que bonito:) que bien escribes, CRACK!!!Un beso sara y saludos a todos, en especial a la profe.

el guardián dijo...

Saludos para ti, Tomás, te echamos de menos por la luna.