La historia de Scotty también apareció publicada en la revista del instituto. Gracias a Sandra por compartirla con Cuarto Creciente.
Hacía frío esa mañana. Chucho se acercó a la puerta de la cafetería de la gasolinera, porque sabía que era la hora en la que empezaba a llegar gente. Con su torpe andar se acercaba a todas las personas moviendo el rabo para llamar la atención.
La gente iba con prisas; tan sólo le dedicaban una mirada. Era la rutina de todos los días.
Un Opel Astra negro paró a repostar. Chucho se acercó intentando conseguir algo de comida. En ese momento, el conductor, que llevaba prisa, arrancó el coche sin darse cuenta de que Chucho estaba al lado de la rueda delantera izquierda, atropellándole y dejando lastimada una de sus patitas.
Un empleado de la gasolinera, que vio el accidente cuando salía de su turno de trabajo, montó a Chucho en su coche y lo llevó a la protectora de animales.
Chucho echaba de menos su casa, su colchoneta de colores, sus juguetes... Estaba perdido, con una pata rota, en una jaula, mientras veía pasar personas con batas blancas. Tenía miedo. Una bata blanca lo sacó de la jaula y lo puso encima de una mesa; sintió un pinchazo y se durmió.
Cuando despertó, unas coletas rubias con lazos, unos enormes ojos azules mirándolo y una enorme sonrisa fue lo primero que vieron sus ojos. Escuchó un grito: “¡¡¡Mami, Scotty se ha despertado!!!” Miró a su alrededor y se vio en un nuevo hogar, tenía un collar rojo con una medalla roja rodeando su cuello y estaba tumbado en una colchoneta de colores.
Judith, que era el nombre de la niña de las coletas, lo cogió cariñosamente en sus brazos y dijo: “Yo te cuidaré siempre, estaremos siempre juntos”.
2 comentarios:
Muy bien, Sandra, una historia muy tierna.
biennnn sandrita
!!!
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