29 de mayo de 2009

Nunca dijo su verdadero nombre, siempre la conocimos como Frau Frida. Apenas me la presentaron incurrí en la impertinencia feliz de preguntarle qué hacía tan lejos de su país y a qué se dedicaba. Ella me contestó de un golpe:
- Me alquilo para soñar.
Sinceramente, su respuesta me daba a entender que era prostituta, pero no quise entrar en detalles y enseguida cambié de tema. Recuerdo que me comentó que era uruguaya y que había salido de su país en busca de un futuro mejor.
Siempre me cruzaba con ella en el tren cuando volvía de trabajar. Frida venía y se sentaba a mi lado cuando el asiento estaba despejado. Los días pasaban y ella no aparecía. Yo, a pesar de tener una relación sentimental, la veía como una mujer muy atractiva, pero me atraía algo de su interior que no sé definir con precisión.
Al mes de haberla visto por última vez, estaba sentado en el vagón, quité la vista un momento del periódico y vi su hermosa cara. Me saludó con un triste hola al que respondí sin mucho énfasis (seguramente por orgullo). Al rato decidí preguntarle cuál era el motivo de su desolación.
No respondía y quise consolarla abrazándola. Cuando ya estaba rozándola, para mi sorpresa desapareció.
No sabía lo que pasaba. Entonces fui a consultar al amigo que me la había presentado. No le conté mi experiencia por lo que pudiera pensar sobre mí. Su respuesta fue contundente:
- Frau Frida murió hace un par de semanas.
Me quedé pálido y brotaron rápidamente unas gotas de sudor de mi cabeza. ¡No podía creerlo, si hacía un rato que la había visto!
Ahora el silencio a gritos no me deja pensar, me han diagnosticado locura transitoria. Yo antes era como vosotros, ahora no, se me ha escapado la sociedad y por más que quiera no la podré alcanzar.

Tomasz Dabrowski

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