Un día de primavera cualquiera

Lo que faltaba, comienza a llover. Por fin creía ver el fin de este tiempo primaveral. ¡Hacía tan buen tiempo hoy! Hasta ahora, claro. La lluvia me entristece, no puedo evitarlo, y sin quererlo me hace reflexionar. Es como llamo yo a la ducha: “momento diario de reflexión”, quizás sea por eso, la lluvia hace el mismo efecto sobre mí que la ducha. Es extraño. Supongo que el paseo no puede acabar aquí, así que seguiré caminando. En este momento me vienen tantas cosas a la cabeza… Presente, pasado, futuro ¡Hay tanto en que pensar! Demasiadas cosas. Prefiero no pensar en ello por un rato, liberaré mi mente de aquello que envenena mi paz y mi tranquilidad. Nunca me había fijado en el ambiente de lluvia en primavera. No es un día melancólico de un otoño lluvioso, es mas bien un día alegre, raro, pero alegre al fin y al cabo. Empiezo a observar mi ropa mojada y, de pronto, sin quererlo, acabo de descubrir un arco iris. Sus colores brillan tras las montañas, la lluvia fina acaricia mi piel y el sol ilumina mis pensamientos, ahora libres de responsabilidades, mientras comienza a esconderse en el horizonte. Es tarde y debería volver a casa, pero el ambiente me invita a contemplarlo, y es que ahora mismo solo sé que pronto nacerán las estrellas en algún lugar, sobre el arco iris.

Carolina Calleja