Versión muy especial de La Cenicienta, gracias a Sara Tomé.
Érase una vez, en una residencia de ancianos, una abuelita llamada Petunia. Era una mujer madura de unos setenta años, sus ojos oscuros y su tez blanca eran la única prueba de que un día había sido bella. Donde antes había una larga melena oscura, ahora tan solo quedaban cuatro pelos blanquecinos; la piel tersa que antaño lucía se había convertido en un cúmulo de arrugas y aquella figura tan estilizada ahora recordaba a un botijo.
Estaba Petunia viendo la teletienda, como todos los viernes, pero su cabeza no hacía más que recordar su juventud, no había aprovechado bien el tiempo y ahora estaba triste, sola y aburrida...
Un ruido la arrancó de sus pensamientos, era un anuncio de la teletienda que anunciaba una especie de crema. El anuncio decía así: "Los laboratorios Diadermin han desarrollado un kit rejuvenecedor totalmente innovador. Primero hay que beber el zumo de extractos de baba de caracol, luego expandir la crema rejuvenecedora de algas y, finalmente, tendrá usted un aspecto de ¡hasta cuarenta años más joven! (Advertencia: la crema puede producir efectos secundarios como sarpullido y probablemente, si funciona, el efecto dure unas horas)".
Petunia no lo dudó ni un segundo, marcó el número de teléfono y pidió un lote.
A la semana siguiente llegó su kit. Petunia, ansiosa, siguió las instrucciones al pie de la letra y... como por arte de magia, volvía a ser bella y joven. Su cara resplandecía luminosidad.
Lo primero que hizo Petunia fue salir de bares, aquello en sus tiempos no estaba bien visto, pero ahora...
Entró al bar más marchoso que encontró y pidió una caña. Entonces se le acercó un hombre alto, fornido, de cabello oscuro, ojos claros y con una mirada impactante. Aquel hombre la habló. En ese momento deseó que el tiempo se parara, hablaron de tantas cosas... y entonces la besó. Ella, sonrojada, miró hacia abajo y, para su sorpresa, las arrugas volvían. Se fue corriendo sin decir nada y, cuando entró en la residencia y se miró en el espejo, vio a la abuelita de siempre.
La vida de Petunia volvió a ser la vida rutinaria de una abuelita, aunque de vez en cuando se acordaba de su aventura y se reía.
Algunas veces veía pasar a aquel hombre del bar, pero siempre supo que lo de aquella noche no fue amor.
Sara Tomé
4 comentarios:
jajaj que divertido Sara! muy original tu, como siempre ;)
Enhorabuena Sara. El relato que has creado merece mucho la pena. No os dejamos de animar a que escribáis precisamente por esto, porque siempre guardáis mucho en el fondo de vuestras inquietudes literarias. Por cierto...¿podrías darnos el teléfono de la teletienda? No es que lo necesitemos...
Estupendo, Sara. Un buen relato corto funciona así, el final da sentido al resto -"...lo de aquella noche no fue amor"-.
Si lo he entendido bien, el verdadero amor es el que acepta las arrugas, el que sobrevive a las pérdidas (de dientes o de orina...)
Sara me ha gustado mucho tu cenicienta arrugada es una historia muy divertida jaj
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