19 de noviembre de 2009

La luna siempre brillará para ti


TODO PASA Y TODO QUEDA

XXIX

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas en la mar.

XLIV

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.

Proverbios y cantares. Antonio Machado

Y aunque todo pasa, mucho queda... Sabéis que mi corazón nunca estará lejos de aquí y que nunca jamás me olvidaré de vosotros ni de todo lo que nos brindó la luz de la luna.

En el majestuoso conjunto de la creacion, nada hay que me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espíritu y dé vuelo desusado a mi fantasía como la luz apacible y desmayada de la luna.

Gustavo Adolfo Bécquer

Si de noche lloras por el sol, tus lágrimas impedirán que veas las estrellas.
Tagore

Esta es la última entrada de Cuarto Creciente, en recuerdo de todos los alumnos de 4º C y 4º D del I.E.S. Manuel Elkin Patarroyo del curso 2008/2009 y de todos los compañeros que directa o indirectamente han contribuido al crecimiento de nuestro cuarto lunero. Muchas gracias a unos y otros por todo lo que me habéis dado. Me llevo tanto...

Mucho ánimo en vuestro viaje a Ítaca: yo me detengo aquí. Dejad que otros os guíen en vuestro camino y luego volad, volad solos y muy alto.
Yo siempre sabré dónde encontraros: en mi corazón y en algún lugar... sobre el arco iris.




Susana


17 de noviembre de 2009

Un día soñé que soñaba


Gracias a Lorena por sus frases para El rincón de pensar.

El que tiene imaginación sin instrucción tiene alas sin pies.
Jacobus Joubert

El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.
Eleanor Roosevelt

15 de noviembre de 2009

SYSTEM OF A DOWN

En honor a la ganadora del concurso de relatos: Lorena Navas.
TOXICITY

AERIALS

14 de noviembre de 2009

PRIMER CONCURSO LUNAR DE RELATOS

Muchísimas gracias a todos los que habéis participado. Publicamos de nuevo los relatos desvelando el nombre de los concursantes: Lorena Navas, Carolina Calleja, Sara Tomé, Tomás Dadal y Katherin Barboza.

Tras la deliberación de los guardianes
y compañeros del Departamento de Lengua y Literatura,
ya tenemos una ganadora:


LORENA NAVAS

(¡Enhorabuena! Te llegará tu premio)

Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Siempre juntos. Así estuvimos y nacimos para eso, desde que estábamos en el vientre de nuestra madre, pegados, y así queríamos estar siempre. Pero no fue como lo deseábamos, los médicos nos decidieron separar. Nos despertamos y ahí estábamos, uno enfrente del otro, como nunca nos habíamos visto. Yo me intenté levantar hacia él, pero mi pierna, la que antes estaba pegada a él, no reaccionaba, le necesitaba. Con el paso del tiempo esto no cambió, no nos hacíamos a estar separados; era imposible, yo quería estar con él y él estar conmigo. Investigar: esa era la idea que tuvimos. Empezamos a hacer muñecos y a practicar con ellos cómo volver a estar juntos... ¡¡Una máquina de coser!! Claro, nos coseríamos y volveríamos a estar como nos crearon, pero una máquina pequeña no nos cosería, así que construimos una grande. A mí no me convencía mucho la idea, pero a mi hermano sí, así que todo por él...
Una noche me levanté y le vi frente a la máquina triste. Le puse mi mano sobre su frío hombro, una complicidad de miradas entre nosotros dijo que era el momento de unirnos otra vez. Mi hermano no tardó nada en colocarse debajo de la gran máquina pero, sin querer, me apoyé en la palanca que accionaba la gran aguja dejando a mi hermano mutilado y con diversos agujeros sobre su cara y cuerpo. Con esto me quedé muy dolido e impactado, no me lo perdonaba. Mi hermano estaba muy dañado, quería morir pegado a mí y no le quedaba mucho tiempo, así que decidí hacer lo único que me quedaba: cogí aguja e hilo.

Lorena Navas

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. No podía creer que ese ser que veía reflejado, quizá una ilusión perceptiva, fuera yo. Nunca quise ser ese estilo de persona, arrogante, superficial y materialista, pero era lo único que podía ver en esa imagen frente a mí. Yo, era yo y no lo quería creer. Caminé hacia la cocina y, mientras lo hacía, tragaba saliva. Me esperaba un día bastante agitado, pero no podía aguantar la sensación de estar donde no debía, de ser como no quería. Era asfixiante. Llegué a casa, después de todo, y la sensación continuaba allí, era un dolor punzante bajo el corazón y necesitaba llorar. Por supuesto, no tenía ningún buen amigo al que acudir. A mi alrededor, todo era hipocresía e ignorancia en lo que respectaba a ética o moral. Necesitaba salir de allí, respirar. Salí a caminar y llovía, llovía a cántaros. Mis lágrimas pasaban desapercibidas con la lluvia y, evidentemente, ninguna de esas cientos de personas con las que me crucé se paró a preguntarse qué me pasaba. Llegué a un lugar desolado y alejado de la civilización y me senté. Desde allí todo lo que podía oír era el leve sonido del tráfico y la ciudad. Cerré los ojos y desperté. Fue como renacer y comenzar a vivir de nuevo. Ya apenas recuerdo quién era o qué era. Ahora sólo soy yo.

Carolina Calleja

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Mis ojos reflejaban felicidad, mi sonrisa era evidente y fugaz, como si estuviese tatuada... pero quizás esta historia haya que empezarla por el principio.Me llamo David y, por lo general, soy un bicho raro, odio a la gente y la gente me odia a mí, al menos en eso coincidimos la gente y yo.El caso es que volviendo del colegio, como de costumbre, alguien intentaba matarme; así que hice lo que hago de costumbre: correr. Llegué a casa de milagro y, también como de costumbre, mi padre estaba borracho. Primero me confundió con una tal Lizzy, así que actuó de una manera un tanto embarazosa. Luego, cuando se enteró de que era yo, se enfadó y recibí lo que hoy no me habían dado en el colegio.Salí cabreado de mi casa y lo rompí todo. Después de desahogarme, corrí. Huí de aquel sitio de mala muerte y decidí empezar una nueva vida.El caso es que no sé muy bien cómo, pero de nuevo alguien quería matarme, aunque esto no era como en mi antiguo barrio, aquí sí me matarían. El miedo fue tal, que creo que mojé los pantalones... Pero volviendo a mi historia, la única escena que recuerdo es: yo tirado en el suelo, suplicando por mi vida, y sin poder mirar a mi agresor, y de repente una especie de saco huesudo saltando sobre mi agresor. ¡Era un perro!Creo que ese fue el motivo de que al mirarme al espejo no me reconociera. Nunca había tenido amigos y, por primera vez, no me sentía solo. Cómo conseguí rehacer mi vida y tener un piso, quizás no forme parte de este relato... pero el caso es que hoy vivimos Pulgoso y yo en un piso, no he vuelto a saber nada más de mi padre ni de mi antiguo barrio y tengo hasta trabajo... El caso es que hoy soy feliz.

Sara Tomé

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Superficialmente era el mismo, pero yo no me veía de esa manera, únicamente mis pensamientos hacían que no me reconociera. Aparté la mirada del retrovisor y subí más el volumen de la radio. Me dejé llevar por una canción que decía algo de un velero llamado Libertad. Con el volante fuertemente agarrado, observaba cómo las líneas discontinuas y continuas de la carretera me guiaban a algún lugar. ¿Qué lugar? Eso para mí no tenía ninguna importancia. Miré el asiento de pasajero e imaginé que ella estaba ahí, sonriendo y clavando su elegante mirada en mí y a punto de decirme algo, pero cuando el fuerte sonido del claxon del coche de atrás me devolvió a la realidad, en el asiento tan solo quedaba la soledad, una soledad que ansiaba más que nada, una soledad que me había acompañado muchas veces; pero esta vez no habría nada ni nadie que me interrumpiera la compañía de la sensación de la cual más se aprende, y con la cual más se sufre. Además, esta soledad era diferente, esta vez iba del lado de la libertad. Por fin nadie que me molestara o me dijera qué tengo que hacer, nadie del que envidiar nada, nada ni nadie, absolutamente nada. Con cada kilómetro nuevo me venían recuerdos de los kilómetros que había recorrido en el pasado, caminos todavía sin asfaltar llenos de nostalgia, pero que hay que dejar atrás. La canción cambió y, ahora, los acordes bien ordenados de una guitarra se clavaban en mi mente como flechas envenenadas de alguna sustancia, una sustancia hermosa, cautivadora y elocuente. Tenía que parar el coche, una necesidad fisiológica me impedía pensar. Cuando me apeé del vehículo y me di por satisfecho, me percaté de la suave brisa que agitaba mi indumentaria y me cosquilleaba la piel. Reemprendí mi viaje y, por primera vez en este, empezaba a discernir una señal. Poco a poco esta se iba acercando y lo que ponía en ella empezaba a distinguirse con más claridad hasta que estaba lo suficientemente cerca como para poder leerla bien. En aquella señal ponía en letras saltarinas: ¡Despierta, que los sueños, sueños son!

Tomás Dadal

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Un día más, encerrada bajo un físico escrupulento, áspero y fuerte. Todo empezó en mi onceavo cumpleaños. Me encontraba rodeada de gente, pero sólo conocía a tres personas. Una llamaba mi atención y me observaba fijamente. Sorprendida de aquellos cruces, me acerqué a preguntarle cómo se llamaba. "Juan García", me respondió, y dentro de mí algo sentí... Desde ese momento me puse a pensar en aquello, sembré una duda en mi pensamiento y un gran lío en mi corazón. No entendía el porqué, ese muchacho llamaba mi atención, físicamente eramos casi iguales.
Pasaron unos meses y no dejaba de preocuparme qué pensaba él de mí. No me resistí y le llamé. Le conté lo que me ocurría, pero al verlo sentí una pulsación muy fuerte en el pecho e hice lo que el corazón me pedía en aquel instante. Desde aquel momento fuimos inseparables...
Hoy hacemos 13 años juntos. Juan y yo somos felices. Vivimos nuestro amor ante las adversidades de la vida, las miradas de cientos de espectadores y críticas de muchos de ellos... ¿Os dije mi nombre? Marco, me llamo Marco de García.

Katherin Barboza


9 de noviembre de 2009

Párate a pensar


La educación consiste en enseñar a los hombres no lo que deben pensar sino a pensar.

A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro.

Chesterton

7 de noviembre de 2009

RÉQUIEM


Advertí una tenue luz, intrigado. Quise averiguar qué era, a cada paso que daba la luz se alejaba. Tic tac tic tac, el tiempo pasa, sigo buscando aquella luz, pero ya no está.
Ahora sólo se oye el silbido del silencio y la oscuridad me deslumbra. ¿Dónde está el camino? ¿Dónde perdí la esperanza? La perdí con sus ojos claros, junto a su sonrisa deslumbrante... Mi esperanza se fue con ella.
Sigo paseando entre tenues recuerdos, recuerdos con nombre y apellidos, sigo paseando por el valle del descanso. Las hojas, guiadas por un aliento fúnebre, dibujan remolinos, hojas secas, hojas apagadas, hojas sin vida… Por un momento quise imaginar que aquellas hojas revueltas eran llevadas por un suspiro suyo, quise imaginar que era ella de nuevo, buscando un adiós, o quizás un hasta pronto, pero desperté de aquel agradable espejismo, y volví, volví a perderme en el más recóndito agujero oscuro de mi alma. El viento susurraba su nombre y el cielo, poblado de nubes, acompañaba en su aspecto tenebroso a mi corazón, ahora solitario.
¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo buscar algo que se ha desvanecido? ¿Cómo?
No encuentro un motivo suficientemente fuerte como para quedarme aquí. Ella está en todas partes y en ninguna; ella grita más fuerte que nunca, pero en voz baja; ella está tan cerca de mí que no la puedo sentir.
Creo que he hallado la solución. Me dirijo a aquel almendro, un almendro tan apagado como la luz de mis ojos; aquel almendro de aspecto fúnebre acatará un cometido, un cometido que quedará guardado en la historia. Cabizbajo, solitario e inseguro, me dirijo hacia el almendro. No es él quien me llama, es ella, es su voz en el viento, es su tez en la luna, son sus ojos en el cielo. Lo sé, cariño, me esperas, y yo no te haré esperar más.
Aquí estoy prendido de la última prenda que conservo de ella, un pañuelo gris, notando cómo mis sentidos se ahogan. El almendro parece desvanecerse y el suelo, que a escasos segundos parecía mirarme desde abajo, ahora se aleja, aquel fúnebre cementerio se desvanece. Tan sólo queda mi figura inerte.
Advierto una tenue luz, intrigado. Deseo saber qué es. Ya no cabe duda, el tiempo se detiene, encontré mi luz: es ella.

Sara Tomé

2 de noviembre de 2009

REFLEJOS


Espejos en la noche. Mi reflejo oscuro, siniestro. Mi otro yo. Paseo ausente en la ecuación imposible de las ideas y los recónditos pasillos de la perversión, que en ese momento me envuelven, convirtiéndome en otra versión de mi ser, sádico, retorcido e incluso enfermizo. La tenue luz que ahora ilumina mi cara me escuece en los ojos y me retuerce el alma. Oscuridad. Y de vuelta a esos fríos y crueles pensamientos. Y otro espejo. Vago sin rumbo y sin sentido alguno. Sin razón ni moral. Una sombra. Otro yo que se apodera de mí. ¿Es acaso un espejo puerta de algún otro yo en otra dimensión? ¿Acaso tiene la noche alguna relación con el hecho de que el otro yo que parece adentrarse en mí sea retorcido? ¿O sólo soy yo? Y si es así, estoy enloqueciendo, ¿no es cierto? Los locos no saben que están locos, ¿no? ¿O en sus comienzos lo saben, pero no quieren ver la realidad? ¿Y si prefieren una vida de locura, pensamientos impensables y acciones dignas de ser designadas como diabólicas? Y a la expresión ausente, los andares sin sentido, los pensamientos retorcidos, ahora se incluye una leve sonrisa. Una leve sonrisa macabra, insonora, demencial. Voy a hacerlo. Esta vez no hay vuelta atrás. Cojo un cuchillo. Me parece insuficiente. Exploro buscando un arma más mortal. ¿Un hacha, un martillo? Demasiado típico. Una motosierra. Y vuelvo a despertar. No puedo creer que haya soñado otra vez lo mismo...

Carolina Calleja

1 de noviembre de 2009

200 entradas crecientes...

Parece mentira que hoy estemos publicando la entrada número 200. Quizás para algunos no tiene la menor importancia e, incluso, piensan que son pocas entradas para casi un año de andadura entre el cuarto creciente... las estrellas... y el arco iris. Para los guardianes son muchos ya los recuerdos, imborrables, desde ese primer día en que empezó a gestarse nuestro primer viaje a la luna. Nunca nos cansaremos de agradecéroslo a todos los que habéis hecho de un sueño... una realidad.

Va por todos vosotros.

"Aprovechad este momento para llenar de palabras cada rincón de este escondrijo en forma de terrible aparato, llenad todo con dóciles palabras que a la vez sean pavorosas..."

Juan Carlos Tejero

Y llenamos cada rincón...

Primera entrada de Cuarto Creciente:
12 de enero de 2009

Pintaré el cielo
del color oscuro de la noche.
Encontraré el punto
donde termina lo eterno
y comienza lo infinito,
deseando así,
realizar un proyecto,
una ilusión. (...)

Carolina Calleja

Y realizamos nuestra ilusión...

"Todos saben que maté a María Iribarne. Pero nadie sabe cómo la conocí, qué relaciones hubo exactamente entre nosotros y cómo fui haciéndome a la idea de matarla. Trataré de relatar todo imparcialmente porque, aunque sufrí mucho por su culpa, no tengo la necia pretensión de ser perfecto."

La Novela Creciente

Y creció durante todo un año con el esfuerzo de todos...

"La ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas." (Confucio)

El Rincón de pensar

E intentamos llenar siempre la noche de luna y de estrellas...

"La ilusión en los ojos. La tempestad en la boca del estómago. Inquietud generalizada que fusiona el nerviosismo de una primera vez con la irresistible sensación de hacer lo que únicamente unos pocos pueden hacer. Muchas horas amalgamadas que se desharán en una sola. El momento tan ansiado, tan temido y tan anhelado a la vez. Amistades que nacen o que se consolidan. Una admiración que descubres de repente, una actitud en los labios de un compañero que nunca imaginaste encima de un escenario. Pero que está ahí. Y no sólo está, sino que notas cómo fluye por sus venas la misma sensación que corre por las tuyas: el antediluviano deseo del ser humano de lograr, aunque solo sea por una hora, convertirse en el otro, en otro, en alguien distinto a lo que tú eres. Eso es el teatro. El teatro que sólo alguien como Juan Carlos Tejero te puede traer de la mano como se trae la sonrisa de un niño. Simplemente, teatro.
Los días 15 y 16 de abril los alumnos de Taller de Teatro de 4º ESO del IES Manuel Elkin Patarroyo representaron en el Teatro Jaime Salom de Parla
La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca, bajo la dirección magistral de Juan Carlos Tejero. Y, sin duda, fue más que prodigiosa."

Y se obró el prodigio y de qué manera... Momentos inolvidables para siempre.

Perpetuum mobile, Simon y su gato, la Pantera Rosa, la vie en rose, el espantapájaros, Radiohead, Muse, Aerosmith, Green Day, System of a Down, Michael Jackson, John Lennon...

Hemos abierto tantas veces los ojos y nos hemos dicho tantas cosas al oído...

Ana Torrijos y Míriam Úbeda-Portugués dedicaron este sobrecogedor relato a Sara, Luisa, Luis, Jorge y a su maravillosa y buenísima profesora de Lengua.

Era un día de clase normal, como casi todos, y a la hora de Lengua, como casi todos los martes, la profe nos mandó un trabajo. Nosotras, Míriam y Ana, decidimos hacerlo sobre el instituto. Esa misma tarde fuimos al instituto a pedir información. Cogimos viejos anuarios, ficheros y toda clase de documentos que encontramos. Empezamos a buscar y nos llamó la atención una lista de alumnos. Era un poco vieja, de unos 25 años, y era de 4ºC. Nos resultó curioso ver que seis nombres de la lista coincidían con seis chicos de clase.
(...)

Atención con la tal profesora de Lengua, ojito con ella...


En mi mente aún se escuchaba el eco de su voz diciendo "Volveremos a vernos en algún lugar, sobre el arco iris".

Khadija El Fhal

En el mismo instante en el que su hijo perdía la vida, su madre preguntó a doña Asunción:
- ¿Dónde está la libertad de mi hijo?
- En algún lugar, sobre el arco iris –respondió doña Asunción.

Tomás Dabrowski

Entonces por mi cabeza vuela una súbita frase: “La felicidad se encuentra en algún lugar, sobre el arco iris”.

Tomás Dadal

Tan sólo me queda soñar en silencio, soñar que quizás algún día me escape y pueda viajar a algún lugar, al lugar donde reside mi alegría y mi espíritu, allí donde me esperan, en algún lugar, sobre el arco iris.

Sara Tomé

Es tarde y debería volver a casa, pero el ambiente me invita a contemplarlo, y es que ahora mismo solo sé que pronto nacerán las estrellas en algún lugar, sobre el arco iris.

Carolina Calleja

Lo único que quería era reencontrarme con él, un poco cobarde por mi parte, pero… ¿Cómo? ¿Dónde? Entonces recordé las palabras que tanto me solía decir: “En algún lugar, sobre el arco iris”.

Ana Torrijos

En un mundo así decidí vivir y poco a poco lo fui construyendo y, ahora, me doy cuenta de que no quiero estar allí si tú no estás conmigo, y de que tan solo me basta estar a tu lado para encontrar la felicidad eterna y de que ya no quiero vivir en algún lugar sobre el arco iris.

Laura Infante

Y por último me dijo que me arriesgara y cumpliera mis sueños, ya que los suyos quedaron en algún lugar, sobre el arco iris.

Esther Muñoz

Yo sé que mi madre habría querido que todos continuáramos con nuestras vidas, y lo estamos consiguiendo. Lo bueno es que mi madre está en nuestros corazones y en algún lugar sobre el arco iris.

Lizette Proaño

Veo un arco iris, me gustaría saber qué hay detrás, veo a los pájaros volar más allá de él. ¿Por qué no puedo hacerlo yo? Quiero ser feliz en algún lugar, sobre el arco iris.

Lorena Navas

Recomiendo que todo el mundo luche por sus sueños, todos están en algún lugar, sobre el arco iris.

Luis Pina

Ha habido muchos momentos inolvidables en Cuarto Creciente, pero si hay uno especial entre todos es aquel en que todos viajamos a algún lugar sobre el arco iris...

navegar navegar quebrar el astrolabio
y arrojar por la borda los fragmentos para dar de comer a las mareas
y ahora sí ya podemos
al alba sonreír como deslumbra en la manzana
su frágil resplandor como palpitan
las velas desplegadas
al fondo de los ojos al filo del deseo
de aquellos que no olvidan día y noche
soñar despiertos siempre.

Eduardo García. La vida nueva (2008)

¿Y acaso no hemos soñado?

FELICIDADES A TODOS POR AYUDAR A CRECER

A NUESTRO CUARTO CRECIENTE





MI CORAZÓN NUNCA ESTARÁ LEJOS DE AQUÍ

28 de octubre de 2009


Mi vida,
os la puedo contar en dos palabras:
un patio
y un trocito de cielo
por donde a veces pasan
una nube perdida
y algún pájaro huyendo de sus alas.


¿LA VIDA?

Decidme cómo es un árbol.
Contadme el canto de un río,
cuando se cubre de pájaros.

Habladme del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.

Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves,
como la choza de un pobre.

Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del Amor, no lo recuerdo.

¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?

¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mis losas?

Veintidós años... Ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma... Escribo

a tientas: "el mar", "el campo"...
Digo "bosque" y he perdido
la geometría de un árbol.

Hablo, por hablar, de asuntos
que los años me borraron.

(No puedo seguir, escucho
los pasos del funcionario.)


MI CASA Y MI CORAZÓN
(sueño de libertad)

Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.

Que entren la noche y el día,
y la lluvia azul, la tarde,
el rojo pan de la aurora;
la luna, mi dulce amante.

Que la amistad no detenga
sus pasos en mis umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie.

Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire.


Bajo el nombre de Marcos Ana (seudónimo formado con los nombres de sus padres) encontramos a Fernando Macarro Castillo, poeta y símbolo de la cultura antifascista, bandera de los presos políticos del franquismo.
Perdida su juventud en los patios de nuestras cárceles en la época franquista, luchó y sigue luchando incansablemente por la libertad y la denuncia de las injusticias.

La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.

"Las hierbas del patio las cogíamos, las metíamos en agua a hervir y nos las comíamos como podíamos. Muchas mañanas te encontrabas con que, no sólo faltaban los compañeros que habían fusilado, sino que también muchos aparecían muertos a tu lado, de hambre o de frío."

Comenzó a escribir sus primeros poemas en la cárcel, a mediados de los años 50, que consiguieron salir al exterior escondidos. Su poesía, desgarradora, profundamente humana y sencilla, animaba a combatir la dictadura con la palabra y hacía un llamamiento a la liberación de los presos políticos. Su propia liberación no llegaría hasta el 17 de noviembre de 1961. Recorrió Europa y Sudamérica, y aún hoy sigue recorriéndolas, luchando contra las dictaduras.

Pedro Almodóvar acaba de adquirir en 2009 los derechos de su biografía para rodar una película sobre la vida del poeta.

Perseguido, encarcelado, torturado y condenado dos veces a muerte... una larga vida parece brindarle la oportunidad de poder disfrutar del sol y del aire que le fueron vetados durante tanto tiempo. A sus 89 años, Marcos Ana no se rinde ni descansa, ni pierde la esperanza...

Por los sueños de libertad.

MI CORAZÓN ES PATIO

La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.

Soñé que el mundo era
un redondo espectáculo
envuelto por el cielo,
con ciudades y campos
en paz, con trigo y besos,
con ríos, montes y anchos
mares donde navegan
corazones y barcos.

Pero el mundo es un patio.
Un patio donde giran
los hombres sin espacio.

A veces, cuando subo
a mi ventana, palpo
con mis ojos la vida
de luz que voy soñando.
Y entonces digo: "El mundo
es algo más que el patio
y estas losas terribles
donde me voy gastando".
Y oigo colinas libres,
voces entre los álamos,
la charla azul del río
que ciñe mi cadalso.
"Es la vida", me dicen
los aromas, el canto
rojo de los jilgueros,
la música en el vaso
blanco y azul del día,
la risa de un muchacho...

Pero es soñar despierto.
Mi reja es el costado
de un sueño que da al campo.

Amanezco, y ya todo
—fuera del sueño— es patio:
un patio donde giran
los hombres sin espacio.

¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!

Yo ya creo que todo
—fuera del sueño— es patio.

Un patio bajo un cielo
de fosa, desgarrado,
que acuchillan y acotan
muros y pararrayos.

Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libre años.
Ya todo, todo, todo
—hasta en el sueño— es patio.

Un patio donde gira
mi corazón, clavado;
mi corazón, desnudo;
mi corazón, clamando;
mi corazón, que tiene
la forma gris de un patio.

Un patio donde giran
los hombres sin descanso.

27 de octubre de 2009

¡TIEMPOS AQUELLOS... SIN CRISIS!

















Forges. El País (26 de octubre de 2009)

















26 de octubre de 2009

Hace tiempo dije que el que no resiste un tipo de abuso como es el abuso escolar y acaba cometiendo el suicidio es alguien que no es fuerte mentalmente. Me gustaría pedir perdón y justificar mi respuesta escribiendo un historia inventada cuyo protagonista tiene 16 años, de nombre Alberto, con cierto grado de insatisfacción y miedo hacia al instituto y también cierto miedo a desvelar esa verdad que le rodea.

Alberto tiene miedo a gritarle al mundo entero lo que tiene que aguantar, sufrir y vivir, pero sabe que no puede hacerlo porque será ese mierda que dicen que es o, peor aún, que es un chivato de mierda, un hijo de puta que no tiene amigos y un sinfín de insultos más que dejan la moral de una persona por los suelos. Y no hablando de los empujones, caídas al suelo, escupitajos a la cara, puñetazos y agresiones físicas, que hacen que él mismo se diga que eso no es lo que más le duele, que no puede pensar en ello, que no puede dejar que una cosa como esa le deje perjudicado la mayor parte del día, pero no, se engaña. No tiene a nadie a quien contarle lo que sufre, porque sabe que si se lo desvela a alguien intentarán ayudarlo revelando la verdad y señalando con el dedo a los culpables, los cuales más tarde irán a por él. Su madre no sospecha nada. ¿Cómo va a sospecharlo si nunca habla con su hijo y su hijo nunca le habla? No le habla porque teme que se le escape algo y entonces… sus sentimientos le dejan sin palabras a la hora de hablar cara a cara con alguien.
Las lágrimas aguantan en las pupilas, las ganas de irse de este mundo siguen avanzando como avanza un ciclista hacia un puerto montañoso, lento pero con fuerza.
Al fin y al cabo, ¿qué es lo que le queda? Una casa, una familia, una mente maravillosa... porque lo que se refiere a las notas, son estupendas, pero eso ya no importa. ¿De qué le sirve tener un hogar y cabeza si no puede con unos abusones que le hacen la vida imposible? Él tiene su filosofía, una filosofía que le dice que no sea como ellos y que no les devuelva la misma moneda. Pero aun así, cada día se para enfrente del instituto con un nudo en el estómago para demostrarles que no tiene miedo, aunque sienta un temor más grande que el de estar en medio de un desierto y no tener agua alrededor.
Al pasar por los pasillos nadie le dice hola, nadie se para a saludarlo pero, eso sí, percibe la mirada penetrante de los que pasan a su lado. Se siente insignificante, pero ¿por qué una cosa tan insignificante está en la boca de algunos no debiendo estar ni en la boca de un débil murmullo?
El instituto por lo menos a él no le parece la misma monotonía de todos los días, como dicen los chavales de su clase. ¿Cómo le puede parecer lo mismo si un día lo que recibe son insultos delante de todo el mundo, otro unos empujones y al siguiente una pequeña paliza? Y así es como empieza todo en su cabeza, con pequeñas pero a la vez grandes preguntas. Y él mismo se da cuenta de que todo lo que tiene en su cabeza en determinados momentos son solo preguntas a las que no encuentra respuestas... ¿o sí? No, siguen las preguntas y pensamientos que debilitan más esa mente y aceleran al ciclista. Aunque se sienta perdido, sigue reconociendo el camino y él lo sabe muy bien, solo que poco a poco en ese itinerario aparecen pequeños baches que él no ha visto nunca y que le desconciertan.
Al ver las caras de aquellos que le hacen la vida imposible quiere odiarles, quiere vengarse, siente unas ganas irresistibles de sacar un cuchillo y defenderse, pero es demasiado leal para ir en contra de sus ideales. Incluso a veces se pregunta cómo puede tener ideales y cómo ellos le borran o aclaran la mente de ideas sádicas que podrían dañar a alguien de su alrededor tanto como los elementos mayores de la cadena le lastiman a él.
Ahora me viene a la memoria un día. Un día nublado, lo recuerdo porque era un día en el que Alberto, por motivos que ahora no soy capaz de recordar, se encontraba en la calle. Al mismo tiempo, él, tumbado en su cama, también lo recuerda; recuerda que se paró en un parque a contemplar, si se puede llamar así, los vacíos bancos, los encharcados suelos y el lóbrego ambiente de aquel lugar. Aquel afligido paisaje provocó una débil sonrisa en su cara y, como si nada, bajó la mirada y se dispuso a seguir su camino hacia casa. Aunque la efímera sonrisa desapareció como desaparece una estrella fugaz en medio del estrellado firmamento, de repente Alberto se levantó de la cama y se fue al baño. Lo único que le llevó al lavabo era que ahí había un espejo. Quería mirarse y ver en lo que se había convertido. El recuerdo de esa sonrisa le hizo darse cuenta de que la tristeza despertaba en él felicidad. ¿Acaso se estaba volviendo loco? ¿Era normal eso…? No encontró respuestas, pero esta vez no se debía a que no podía encontrarlas sino a que no deseaba saberlas…
Desde aquel día no se supo nada más de Alberto, ni yo, como el ente que en su cabeza ordenaba todos sus pensamientos, no podía encontrarlo. Pero lo más seguro es que se fuera lejos, al fin y al cabo, tenía 16 años y, con poco que te lo apañes y de acuerdo con las ganas que tengas, te las arreglas. A decir verdad no me importa a dónde se fue, no me importa porque, antes de irse, Alberto ordenó todas sus ideas, todas sus preguntas, y se deshizo de lo que no necesitaba: la preocupación. Se dio cuenta, ante el espejo, de que aquella sonrisa en el parque estaba provocada por la tristeza, la tristeza en la que se hallaba el mundo, la actualidad, la gente; y él no quería que eso continuara, es decir, su aparente maldad. Así recogió las cosas más importantes de su habitación, cogió el dinero que llevaba ahorrando desde hacía 4 años y salió por la puerta. Tan solo dejó una nota a su madre, que además me sirvió a mí para comprenderlo. Aquella nota decía, no en muchas palabras:
“Cuando conoces el camino pesimista, y este nunca acaba, tienes que disponerte a encontrar el optimismo adentrándote en los arbustos, que no son, ni mucho menos, más densos ni peligrosos que los que hasta ahora te has encontrado.”

Tomás Dadal

25 de octubre de 2009

LA NOVIA CADÁVER (Tim Burton)

La Novia Cadáver mantiene el estilo lúgubre y romántico de las películas ya clásicas de Tim Burton: Eduardo Manostijeras, Pesadilla antes de Navidad...
Ambientada en el siglo XIX, narra la historia de un joven que se ve transportado al mundo de los muertos y casado con una misteriosa novia cadáver, mientras su verdadera novia le espera en el mundo de los vivos. ¿Habrá algo que pueda separarle de su único y verdadero amor?




Tim Burton

EL RINCÓN DE PENSAR


Muchas gracias a Khadija por reiniciar nuestro particular Rincón de pensar.

Los sabios buscan la sabiduría, los necios creen haberla encontrado.
Napoleón Bonaparte

17 de octubre de 2009

PRIMER CONCURSO LUNAR DE RELATOS

Desde Cuarto Creciente os convocamos a este nuestro primer concurso lunar de relatos.
Envía tu relato a nuestro correo de siempre y muchas gracias por participar.

Tu historia comienza así:

Cuando me miré en el espejo, no me reconocí.


Y ESTOS SON LOS RELATOS QUE CONCURSAN:


Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Siempre juntos. Así estuvimos y nacimos para eso, desde que estábamos en el vientre de nuestra madre, pegados, y así queríamos estar siempre. Pero no fue como lo deseábamos, los médicos nos decidieron separar. Nos despertamos y ahí estábamos, uno enfrente del otro, como nunca nos habíamos visto. Yo me intenté levantar hacia él, pero mi pierna, la que antes estaba pegada a él, no reaccionaba, le necesitaba. Con el paso del tiempo esto no cambió, no nos hacíamos a estar separados; era imposible, yo quería estar con él y él estar conmigo. Investigar: esa era la idea que tuvimos. Empezamos a hacer muñecos y a practicar con ellos cómo volver a estar juntos... ¡¡Una máquina de coser!! Claro, nos coseríamos y volveríamos a estar como nos crearon, pero una máquina pequeña no nos cosería, así que construimos una grande. A mí no me convencía mucho la idea, pero a mi hermano sí, así que todo por él...
Una noche me levanté y le vi frente a la máquina triste. Le puse mi mano sobre su frío hombro, una complicidad de miradas entre nosotros dijo que era el momento de unirnos otra vez. Mi hermano no tardó nada en colocarse debajo de la gran máquina pero, sin querer, me apoyé en la palanca que accionaba la gran aguja dejando a mi hermano mutilado y con diversos agujeros sobre su cara y cuerpo. Con esto me quedé muy dolido e impactado, no me lo perdonaba. Mi hermano estaba muy dañado, quería morir pegado a mí y no le quedaba mucho tiempo, así que decidí hacer lo único que me quedaba: cogí aguja e hilo.

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. No podía creer que ese ser que veía reflejado, quizá una ilusión perceptiva, fuera yo. Nunca quise ser ese estilo de persona, arrogante, superficial y materialista, pero era lo único que podía ver en esa imagen frente a mí. Yo, era yo y no lo quería creer. Caminé hacia la cocina y, mientras lo hacía, tragaba saliva. Me esperaba un día bastante agitado, pero no podía aguantar la sensación de estar donde no debía, de ser como no quería. Era asfixiante. Llegué a casa, después de todo, y la sensación continuaba allí, era un dolor punzante bajo el corazón y necesitaba llorar. Por supuesto, no tenía ningún buen amigo al que acudir. A mi alrededor, todo era hipocresía e ignorancia en lo que respectaba a ética o moral. Necesitaba salir de allí, respirar. Salí a caminar y llovía, llovía a cántaros. Mis lágrimas pasaban desapercibidas con la lluvia y, evidentemente, ninguna de esas cientos de personas con las que me crucé se paró a preguntarse qué me pasaba. Llegué a un lugar desolado y alejado de la civilización y me senté. Desde allí todo lo que podía oír era el leve sonido del tráfico y la ciudad. Cerré los ojos y desperté. Fue como renacer y comenzar a vivir de nuevo. Ya apenas recuerdo quién era o qué era. Ahora sólo soy yo.

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Mis ojos reflejaban felicidad, mi sonrisa era evidente y fugaz, como si estuviese tatuada... pero quizás esta historia haya que empezarla por el principio.
Me llamo David y, por lo general, soy un bicho raro, odio a la gente y la gente me odia a mí, al menos en eso coincidimos la gente y yo.
El caso es que volviendo del colegio, como de costumbre, alguien intentaba matarme; así que hice lo que hago de costumbre: correr. Llegué a casa de milagro y, también como de costumbre, mi padre estaba borracho. Primero me confundió con una tal Lizzy, así que actuó de una manera un tanto embarazosa. Luego, cuando se enteró de que era yo, se enfadó y recibí lo que hoy no me habían dado en el colegio.
Salí cabreado de mi casa y lo rompí todo. Después de desahogarme, corrí. Huí de aquel sitio de mala muerte y decidí empezar una nueva vida.
El caso es que no sé muy bien cómo, pero de nuevo alguien quería matarme, aunque esto no era como en mi antiguo barrio, aquí sí me matarían. El miedo fue tal, que creo que mojé los pantalones... Pero volviendo a mi historia, la única escena que recuerdo es: yo tirado en el suelo, suplicando por mi vida, y sin poder mirar a mi agresor, y de repente una especie de saco huesudo saltando sobre mi agresor. ¡Era un perro!
Creo que ese fue el motivo de que al mirarme al espejo no me reconociera. Nunca había tenido amigos y, por primera vez, no me sentía solo. Cómo conseguí rehacer mi vida y tener un piso, quizás no forme parte de este relato... pero el caso es que hoy vivimos Pulgoso y yo en un piso, no he vuelto a saber nada más de mi padre ni de mi antiguo barrio y tengo hasta trabajo... El caso es que hoy soy feliz.

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Superficialmente era el mismo, pero yo no me veía de esa manera, únicamente mis pensamientos hacían que no me reconociera. Aparté la mirada del retrovisor y subí más el volumen de la radio. Me dejé llevar por una canción que decía algo de un velero llamado Libertad. Con el volante fuertemente agarrado, observaba cómo las líneas discontinuas y continuas de la carretera me guiaban a algún lugar. ¿Qué lugar? Eso para mí no tenía ninguna importancia. Miré el asiento de pasajero e imaginé que ella estaba ahí, sonriendo y clavando su elegante mirada en mí y a punto de decirme algo, pero cuando el fuerte sonido del claxon del coche de atrás me devolvió a la realidad, en el asiento tan solo quedaba la soledad, una soledad que ansiaba más que nada, una soledad que me había acompañado muchas veces; pero esta vez no habría nada ni nadie que me interrumpiera la compañía de la sensación de la cual más se aprende, y con la cual más se sufre. Además, esta soledad era diferente, esta vez iba del lado de la libertad. Por fin nadie que me molestara o me dijera qué tengo que hacer, nadie del que envidiar nada, nada ni nadie, absolutamente nada. Con cada kilómetro nuevo me venían recuerdos de los kilómetros que había recorrido en el pasado, caminos todavía sin asfaltar llenos de nostalgia, pero que hay que dejar atrás. La canción cambió y, ahora, los acordes bien ordenados de una guitarra se clavaban en mi mente como flechas envenenadas de alguna sustancia, una sustancia hermosa, cautivadora y elocuente. Tenía que parar el coche, una necesidad fisiológica me impedía pensar. Cuando me apeé del vehículo y me di por satisfecho, me percaté de la suave brisa que agitaba mi indumentaria y me cosquilleaba la piel. Reemprendí mi viaje y, por primera vez en este, empezaba a discernir una señal. Poco a poco esta se iba acercando y lo que ponía en ella empezaba a distinguirse con más claridad hasta que estaba lo suficientemente cerca como para poder leerla bien. En aquella señal ponía en letras saltarinas: ¡Despierta, que los sueños, sueños son!

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Cuando me miré en el espejo, no me reconocí. Un día más, encerrada bajo un físico escrupulento, áspero y fuerte. Todo empezó en mi onceavo cumpleaños. Me encontraba rodeada de gente, pero sólo conocía a tres personas. Una llamaba mi atención y me observaba fijamente. Sorprendida de aquellos cruces, me acerqué a preguntarle cómo se llamaba. "Juan García", me respondió, y dentro de mí algo sentí... Desde ese momento me puse a pensar en aquello, sembré una duda en mi pensamiento y un gran lío en mi corazón. No entendía el porqué, ese muchacho llamaba mi atención, físicamente eramos casi iguales.
Pasaron unos meses y no dejaba de preocuparme qué pensaba él de mí. No me resistí y le llamé. Le conté lo que me ocurría, pero al verlo sentí una pulsación muy fuerte en el pecho e hice lo que el corazón me pedía en aquel instante. Desde aquel momento fuimos inseparables...
Hoy hacemos 13 años juntos. Juan y yo somos felices. Vivimos nuestro amor ante las adversidades de la vida, las miradas de cientos de espectadores y críticas de muchos de ellos... ¿Os dije mi nombre? Marco, me llamo Marco de García.

13 de octubre de 2009

¿ESPEJOS O ESPEJISMOS?

11 de octubre de 2009

IN THIS WORLD (Moby)

10 de octubre de 2009

POEMA 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

6 de octubre de 2009

ASÍ ES LA VIDA...


ESAS PEQUEÑAS Y GRANDES COSAS DE LA VIDA





LA CHISPA DE LA VIDA




AROMAS DE LA VIDA

TABÚ

El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:
- ¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
- ¿Zangolotino? -pregunta Fabián azorado.

Enrique Anderson Imbert


DETRÁS DE LO OBVIO

Todos los viernes por la mañana Nasrudín llegaba al mercado del pueblo con un burro al que ofrecía en venta.
El precio que demandaba era siempre insignificante, muy inferior al valor del animal.
Un día se le acercó un rico mercader, quien se dedicaba a la compra y venta de burros.
- No puedo comprender cómo lo hace, Nasrudín. Yo vendo burros al precio más bajo posible. Mis sirvientes obligan a los campesinos a darme forraje gratis. Mis esclavos cuidan de mis animales sin que les pague retribución alguna. Y, sin embargo, no puedo igualar sus precios.
- Muy sencillo -dijo Nasrudín-. Usted roba forraje y mano de obra. Yo robo burros.

Idries Shah